-¡Ay!- ambos nos quejamos por el choque.
-Perdóname- me disculpé -Que torpe soy- agregué, pude notar que era un joven de una estatura mas alta que la mía, solo por mínimos centímetros.
-No... No te...- levantó la mirada deteniendo sus palabras con una mirada inexpresiva, paralizada, que logró abstraer el miedo a mi cuerpo.
-Bueno, bueno, perdón ¿si?- su mirada aún me acorralaba, así que llegué a pensar si no se trataba de algún retrasado mental o un psicótico, así que continué mi paso dejándolo ahí, varado en el mismo punto…
-¿Donde estabas?- preguntó mi madre.
-Estaba en...- por un momento le diría donde estaba, pero conociendo su mente trabajadora en palabras con doble sentido, opté por no contarle -Ningún lado, lo que pasa es que no te encontraba- mentí.
-Bueno vamonos- revisaron nuestro equipaje por una cámara de rayos X para después pasar a la sala, donde avisaron la partida del avión, para llegar a este recorrimos un pasillo inmenso hasta llegar al área donde estaba la maquinaria de enorme volumen.
-¡Wow!- expresé, como “Siempre hay una primera vez” esa fue la primera en la que conocí al transporte de avanzada tecnología.
-¡(Tn) sube!- llamó mi madre, la cual ascendía por las escaleras que daban paso a la nave, tragué saliva y comencé a entrar. -Por aquí (Tn)- gritó alzando una mano para facilitar nuestro encuentro, pues ya estaba sentada en uno de los sillones de relajante confort.
-Pasajeros- nombró la azafata. -Abrochen sus cinturones- ordenó amablemente, todos obedecimos, después de eso percibí como el avión empezaba a avanzar, tomaba vuelo, un hoyo en mi estómago se formaba, la adrenalina…
Estaba aburrida, y también al lado de una dormilona mujer, mi madre, quien dejaba salir disonantes ronquidos.
Recordé el libro, lo saqué de mi bolso, hojeé las primeras páginas y me dispuse a comenzar un viaje repleto de imaginación, sueños, fantasías, expresados con frases figuradas y exactas, aludidas a la forma de hablar del Siglo de Oro y el Renacimiento.
-¡(Tn) ya llegamos!-
-¿Ya?- pregunté escéptica, el tiempo no existía, todo había sido tan rápido que ni lo sentí.
-Sí- afirmó.
Bajamos complementadas a un viento gélido magreaba nuestros rostros, plegué mis parpados para apreciarlo dándome este una señal o mejor dicho un presentimiento que me invadió, como si algo insólito estuviera próximo a suceder pero no lo sabía con precisión y certeza…
En el taxi admiraba los rascacielos, la abundante vegetación con árboles verdosos y frondosos, un cielo garzo, las nubes canas, el sol escondido tras ellas y la gente impregnada de alegría. Esa era la Ciudad de Los Ángeles, California. Algo que la diferenciaba notoriamente con Houston, Texas, era su clima templado, en este parecía que el aire era acuoso mientras que allá los rayos del Sol quemaban con un solo toque.
Finalmente llegamos, bajé del auto, mamá se quedó atrás para pagar al conductor, entretanto yo bajaba las pesadas maletas. Al girar y enfrentarme a mi nuevo hogar, me quedé pasmada, era algo inesperado, una casa adorable, con un cerco de aproximadamente. 1 ½.
-¡Mamá! ¡Apresúrate!- la impaciencia era un defecto que me caracterizaba.
-¡Ay! ¿Me puedes esperar?- gimió.
-Esta bien- contesté, hice una mueca al ver como sus piernas avanzaban tan lento como un caracol.
Al ver como sacaba las llaves de su bolso me inquietaba, esa curiosidad estaba tan rebosante que ni un minuto mas podía esperar
-¡Puff!- refunfuñe.
Insertó una en la cerradura de la puerta.
-¿Que crees?- me miró deprimida.
-¿Que paso?- pregunté
-¡Ya abrí!- me engañó al principio.
-Con permiso- la empujé.
-Casi me tiras- recriminó.
-¡Perdón!- grité desde dentro, apenas y se escuchó mi voz. -Wow!- pronuncié emocionada, todo era... era bonito, fantástico, encantador, bello, espléndido, primoroso... La estructura era inspirada en una época actual, moderna y elegante.
-¿Que te parece?- preguntó mi mamá detrás de mí.
Me quedé muda de la impresión.
-Si no te gustó, nos regresamos a Texas-
-¡No!- reaccioné de inmediato.
-Perfecto mañana mismo nos vamos- aclaró, tenía que cambiar mi sentido de mis palabras.
-No, me refiero a que no quiero que regresemos, me encantó- respondí con una enorme sonrisa, la más sincera que tenía y más exacta en mis palabras.
Rió. -Era broma-
Arqueé una ceja.
-Bien buscaré mi habitación- me alejé y abrí todas las habitaciones, pero todas me gustaban, la elección era reñida hasta que salió una victoriosa, tenía un ventanal que daba al balcón, este daba paso a una placentera vista del patio trasero, un baño y un ropero, pero me percaté de algo, el inmueble faltaba.
-¡Mamá!- salí y bajé por las escaleras solo a la mitad y asomé mi cabeza.
-Si- respondió desde abajo.
-¡Y mis cosas!-
-Hija me temo que mañana temprano llegaran, la mudanza se retrasó-
-Entonces... ¡Tendré que dormir en el suelo de nuevo!- exclamé.
Solo pude notar como mi madre asentía con la cabeza, ya era un hecho, el suelo sería mi cama.
Por suerte en mi maleta tenía lo necesario, ropa, pijama, cepillo de dientes, todo lo indispensable para pasar un día.
Mi madre y yo encargamos una pizza, porque no teníamos estufa para preparar algo, después de eso tomé un baño y me puse mi pijama, mamá me dio unas cuantas cobijas para ablandar el suelo, pero no funcionaron, este era igual de incómodo… Cuando menos lo pensé, me había quedado dormida a fin de cuentas no había dormido nada en el avión y tenía un gran cansancio...
-Perdóname- me disculpé -Que torpe soy- agregué, pude notar que era un joven de una estatura mas alta que la mía, solo por mínimos centímetros.
-No... No te...- levantó la mirada deteniendo sus palabras con una mirada inexpresiva, paralizada, que logró abstraer el miedo a mi cuerpo.
-Bueno, bueno, perdón ¿si?- su mirada aún me acorralaba, así que llegué a pensar si no se trataba de algún retrasado mental o un psicótico, así que continué mi paso dejándolo ahí, varado en el mismo punto…
-¿Donde estabas?- preguntó mi madre.
-Estaba en...- por un momento le diría donde estaba, pero conociendo su mente trabajadora en palabras con doble sentido, opté por no contarle -Ningún lado, lo que pasa es que no te encontraba- mentí.
-Bueno vamonos- revisaron nuestro equipaje por una cámara de rayos X para después pasar a la sala, donde avisaron la partida del avión, para llegar a este recorrimos un pasillo inmenso hasta llegar al área donde estaba la maquinaria de enorme volumen.
-¡Wow!- expresé, como “Siempre hay una primera vez” esa fue la primera en la que conocí al transporte de avanzada tecnología.
-¡(Tn) sube!- llamó mi madre, la cual ascendía por las escaleras que daban paso a la nave, tragué saliva y comencé a entrar. -Por aquí (Tn)- gritó alzando una mano para facilitar nuestro encuentro, pues ya estaba sentada en uno de los sillones de relajante confort.
-Pasajeros- nombró la azafata. -Abrochen sus cinturones- ordenó amablemente, todos obedecimos, después de eso percibí como el avión empezaba a avanzar, tomaba vuelo, un hoyo en mi estómago se formaba, la adrenalina…
Estaba aburrida, y también al lado de una dormilona mujer, mi madre, quien dejaba salir disonantes ronquidos.
Recordé el libro, lo saqué de mi bolso, hojeé las primeras páginas y me dispuse a comenzar un viaje repleto de imaginación, sueños, fantasías, expresados con frases figuradas y exactas, aludidas a la forma de hablar del Siglo de Oro y el Renacimiento.
-¡(Tn) ya llegamos!-
-¿Ya?- pregunté escéptica, el tiempo no existía, todo había sido tan rápido que ni lo sentí.
-Sí- afirmó.
Bajamos complementadas a un viento gélido magreaba nuestros rostros, plegué mis parpados para apreciarlo dándome este una señal o mejor dicho un presentimiento que me invadió, como si algo insólito estuviera próximo a suceder pero no lo sabía con precisión y certeza…
En el taxi admiraba los rascacielos, la abundante vegetación con árboles verdosos y frondosos, un cielo garzo, las nubes canas, el sol escondido tras ellas y la gente impregnada de alegría. Esa era la Ciudad de Los Ángeles, California. Algo que la diferenciaba notoriamente con Houston, Texas, era su clima templado, en este parecía que el aire era acuoso mientras que allá los rayos del Sol quemaban con un solo toque.
Finalmente llegamos, bajé del auto, mamá se quedó atrás para pagar al conductor, entretanto yo bajaba las pesadas maletas. Al girar y enfrentarme a mi nuevo hogar, me quedé pasmada, era algo inesperado, una casa adorable, con un cerco de aproximadamente. 1 ½.
-¡Mamá! ¡Apresúrate!- la impaciencia era un defecto que me caracterizaba.
-¡Ay! ¿Me puedes esperar?- gimió.
-Esta bien- contesté, hice una mueca al ver como sus piernas avanzaban tan lento como un caracol.
Al ver como sacaba las llaves de su bolso me inquietaba, esa curiosidad estaba tan rebosante que ni un minuto mas podía esperar
-¡Puff!- refunfuñe.
Insertó una en la cerradura de la puerta.
-¿Que crees?- me miró deprimida.
-¿Que paso?- pregunté
-¡Ya abrí!- me engañó al principio.
-Con permiso- la empujé.
-Casi me tiras- recriminó.
-¡Perdón!- grité desde dentro, apenas y se escuchó mi voz. -Wow!- pronuncié emocionada, todo era... era bonito, fantástico, encantador, bello, espléndido, primoroso... La estructura era inspirada en una época actual, moderna y elegante.
-¿Que te parece?- preguntó mi mamá detrás de mí.
Me quedé muda de la impresión.
-Si no te gustó, nos regresamos a Texas-
-¡No!- reaccioné de inmediato.
-Perfecto mañana mismo nos vamos- aclaró, tenía que cambiar mi sentido de mis palabras.
-No, me refiero a que no quiero que regresemos, me encantó- respondí con una enorme sonrisa, la más sincera que tenía y más exacta en mis palabras.
Rió. -Era broma-
Arqueé una ceja.
-Bien buscaré mi habitación- me alejé y abrí todas las habitaciones, pero todas me gustaban, la elección era reñida hasta que salió una victoriosa, tenía un ventanal que daba al balcón, este daba paso a una placentera vista del patio trasero, un baño y un ropero, pero me percaté de algo, el inmueble faltaba.
-¡Mamá!- salí y bajé por las escaleras solo a la mitad y asomé mi cabeza.
-Si- respondió desde abajo.
-¡Y mis cosas!-
-Hija me temo que mañana temprano llegaran, la mudanza se retrasó-
-Entonces... ¡Tendré que dormir en el suelo de nuevo!- exclamé.
Solo pude notar como mi madre asentía con la cabeza, ya era un hecho, el suelo sería mi cama.
Por suerte en mi maleta tenía lo necesario, ropa, pijama, cepillo de dientes, todo lo indispensable para pasar un día.
Mi madre y yo encargamos una pizza, porque no teníamos estufa para preparar algo, después de eso tomé un baño y me puse mi pijama, mamá me dio unas cuantas cobijas para ablandar el suelo, pero no funcionaron, este era igual de incómodo… Cuando menos lo pensé, me había quedado dormida a fin de cuentas no había dormido nada en el avión y tenía un gran cansancio...
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