Su rostro pulcro de impurezas esbozaba una fulgurante sonrisa alba. Mi mirada escaneaba su perfecta figura cubierta de un traje negro en un donaire deslumbrante a cualquier chica. Sus pupilas rutilaban como una lluvia impresionante de estrellas, como si él les hubiera robado su brillo para ahora tirar en la diana de mi mirada
Descarrié mi atención a mi atuendo percatándome de mi acierto.
Le correspondí con una sonrisa tomando de su mano dilatado a mi dirección. Rodeó mi cintura con un brazo y olfateó mi cuello con pausados besos ligados hasta el lóbulo de mi oreja.
—Te ves hermosa —musitó.
Me mordí el labio inferior.
—Y tú te ves guapísimo, y si ese fue tu regalo, me fascino.
Risoteó.
—No sabes nada, esto apenas comienza —dijo tironeando de mi extremidad son la paciencia para escuchar mi consentimiento previo…
— ¡Oh! —exclamé—. No debiste… esto es muy… —puso su dedo índice en la parte media de mis labios.
—Es lo que mereces… pero, ¿Prefieres quedarte aquí fuera, o entrar conmigo y pasar una noche inolvidable?
—Definitivamente la segunda opción —seleccioné la mejor, las noches a su lado eran de ensueño, y con mayor posibilidad de una multiplicación de confianza revelaría lo que era hasta ese momento mi más grande secreto, la vida de un nuevo ser dentro de mi.
Asemejando a unas manos siamesas no soltó de mi mano ni un momento, como si estuviéramos unidos por unas esposas, eso me agradaba, su compañía era amena, y el amor era una razón.
De las entradas colgaban enredaderas de flores hermosas en matices vivos, mientras que el verdoso pasto denotaba su frescura reciente con las gotas que pendían de las puntas tornasoladas con la luna de media noche, los caminos apedreados hacían una melodía constante con el tap tap de mis zapatillas, el ingreso al inmueble era iluminado por focos de luz tenue que daba un toqué de más romántico, estandarizado a las paredes blanquecinas y los faroles que se aferraban a ellas, todas las mesas vacías, era una reservación privada a uno de los restaurantes más costosos y retirados de la ciudad, pero situado a unos pocos kilómetros de la zona boscosa.
Tomamos asiento en una mesa cercana al balcón, en la que la luna, las estrellas y la oscuridad testimoniaban nuestra unión.
— ¿Puedo tomar su orden? —preguntó un mesero, exaltándome su voz, pues pensé que Joseph y yo éramos los únicos.
—Feliz cumpleaños —reiteró por enésima vez.
—Te aviso que ya pasa de las tres de la mañana, por si no lo sabes ya es otro día —recordé dando un sorbo a mi copa de Coñac.
—Esta bien, creo que me equivoqué al organizar todo esto, debí hacer todo esto más temprano, así sería tu cumpleaños todavía.
—No te preocupes, esta noche, o mejor dicho esta madrugada ha sido perfecta, además las estrellas siguen ahí —caté el cielo, todo estaba en orden hasta que un rayo luminoso flameaba la nebulosidad. Una estela de estrella fugaz.
— ¿Te gustaría pedir un deseo? —farfulló inclinándose hasta a mi y rozando mi nariz con la punta de esta.
— ¿Crees que se cumpla?
—Si no lo intentas no lo sabrás.
—Tienes razón —coincidí, entorné los ojos, respiré profundo y conecté mi cerebro al corazón, ¿Qué era lo que deseaba con tanto anhelo? La respuesta era obvia.
—Bien… ¿Y qué pediste? —preguntó besando mis labios.
Posé mi palma en su tersa mejilla con un empujón para permitirme palabrear.
—Si te lo digo, no se cumplirá —repliqué.
—Mmm… creo que lo que yo pedí ya lo tengo.
Le miré perpleja.
— ¿De qué hablas?
—De ti… y aprovechando la escena quería pedirte algo.
Descarrié mi atención a mi atuendo percatándome de mi acierto.
Le correspondí con una sonrisa tomando de su mano dilatado a mi dirección. Rodeó mi cintura con un brazo y olfateó mi cuello con pausados besos ligados hasta el lóbulo de mi oreja.
—Te ves hermosa —musitó.
Me mordí el labio inferior.
—Y tú te ves guapísimo, y si ese fue tu regalo, me fascino.
Risoteó.
—No sabes nada, esto apenas comienza —dijo tironeando de mi extremidad son la paciencia para escuchar mi consentimiento previo…
— ¡Oh! —exclamé—. No debiste… esto es muy… —puso su dedo índice en la parte media de mis labios.
—Es lo que mereces… pero, ¿Prefieres quedarte aquí fuera, o entrar conmigo y pasar una noche inolvidable?
—Definitivamente la segunda opción —seleccioné la mejor, las noches a su lado eran de ensueño, y con mayor posibilidad de una multiplicación de confianza revelaría lo que era hasta ese momento mi más grande secreto, la vida de un nuevo ser dentro de mi.
Asemejando a unas manos siamesas no soltó de mi mano ni un momento, como si estuviéramos unidos por unas esposas, eso me agradaba, su compañía era amena, y el amor era una razón.
De las entradas colgaban enredaderas de flores hermosas en matices vivos, mientras que el verdoso pasto denotaba su frescura reciente con las gotas que pendían de las puntas tornasoladas con la luna de media noche, los caminos apedreados hacían una melodía constante con el tap tap de mis zapatillas, el ingreso al inmueble era iluminado por focos de luz tenue que daba un toqué de más romántico, estandarizado a las paredes blanquecinas y los faroles que se aferraban a ellas, todas las mesas vacías, era una reservación privada a uno de los restaurantes más costosos y retirados de la ciudad, pero situado a unos pocos kilómetros de la zona boscosa.
Tomamos asiento en una mesa cercana al balcón, en la que la luna, las estrellas y la oscuridad testimoniaban nuestra unión.
— ¿Puedo tomar su orden? —preguntó un mesero, exaltándome su voz, pues pensé que Joseph y yo éramos los únicos.
—Feliz cumpleaños —reiteró por enésima vez.
—Te aviso que ya pasa de las tres de la mañana, por si no lo sabes ya es otro día —recordé dando un sorbo a mi copa de Coñac.
—Esta bien, creo que me equivoqué al organizar todo esto, debí hacer todo esto más temprano, así sería tu cumpleaños todavía.
—No te preocupes, esta noche, o mejor dicho esta madrugada ha sido perfecta, además las estrellas siguen ahí —caté el cielo, todo estaba en orden hasta que un rayo luminoso flameaba la nebulosidad. Una estela de estrella fugaz.
— ¿Te gustaría pedir un deseo? —farfulló inclinándose hasta a mi y rozando mi nariz con la punta de esta.
— ¿Crees que se cumpla?
—Si no lo intentas no lo sabrás.
—Tienes razón —coincidí, entorné los ojos, respiré profundo y conecté mi cerebro al corazón, ¿Qué era lo que deseaba con tanto anhelo? La respuesta era obvia.
—Bien… ¿Y qué pediste? —preguntó besando mis labios.
Posé mi palma en su tersa mejilla con un empujón para permitirme palabrear.
—Si te lo digo, no se cumplirá —repliqué.
—Mmm… creo que lo que yo pedí ya lo tengo.
Le miré perpleja.
— ¿De qué hablas?
—De ti… y aprovechando la escena quería pedirte algo.
2 comentarios:
AWW SIIGUELE ME ENKANTTAA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
esta genial , me quedo bn picada por favOr siguele
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