Pasaron las dos semanas —Las más mortecinas de toda mi vida— en las que solo eran recibidas las malas noticias, o tal vez peor, noticias no existían, era lo que más pedía devota, una primicia de que ella estaba «Bien»…
Por fin se me había hecho el conocer a los «Famosos» hermanos de Frankie y Joseph, —Kevin y Nicholas— descubrí que no eran tan malvados como llegué a pensar en una ocasión tan… inolvidable.
Estuve habitando en la casa Jonas, con la idea de que solo era un estorbo y una molestia a la familia. Todos los días, sin falta visitaba mi casa, revisaba la contestadora, las llamadas recientes, pero al notar «Nada» era fácil decir que mi humor estaba derribado, alicaído, abatido […] La verdad estaba muriendo por dentro de la angustia que me atestaba el alma, ya nada era normal, la casa vacía sin la compañía de mí madre, me arrepentía de haber sido tan dura con ella…
Las oraciones más repetitivas por todo mundo era: «Tenemos que tener esperanza» «Todo estará bien» «La encontraremos» Sin embargo yo no albergaba ni un grano de conformismo y paz de mi alma, esa era una de las razones por las que me negué a compartir el techo con una familia que me alentaba, agregando la insistencia de Joseph por mantenerme ahí, rendida, procuraba no contagiarles mi tristeza, pero día con día era más arduo ese trabajo.
Mi cuerpo era más débil al correr de los días, la fatiga, el aturdimiento, el cansancio eran efectos secundarios, las siestas se alargaban y con ellas llegaba la etapa de ensoñaciones de zozobras que me hacían despertar de una forma oscilante.
-Buenos días- saludó Joseph recargado sobre la puerta, con la típica postura sugerente de su pie apoyado el la parte sólida, los brazos cruzados y la sonrisa más reluciente e ínclita de todas. Tallé mis párpados adormilados y me senté sobre el acolchado, tanteé imitar su sonrisa, pero sin ánimos solo era una mueca horripilante. -¿Bajarás a desayunar?- preguntó sentándose a mi lado y pasando el brazo por mis hombros.
-No tengo hambre- reproché.
-¡Ay! (tn) Tienes que comer algo, por eso estas tan exhausta, piensa que es por tu propia salud, ni a tu madre, ni mucho menos a la mía les gustaría verte tan necia en la alimentación, se nota que no conoces a mi madre- expresó irónico.
-Lo que menos quiero es causar problemas, ya hago demasiado con vivir aquí-
-(tn) ¿Cuántas veces te he dicho que eres bienvenida en esta casa?- regañó con una ceja enarcada.
-Miles- mascullé.
-Sí, así es, y miles de veces te he dicho que tienes que comer, no quiero una novia enclenque y escuálida- se burló.
-Tú ganas, vamos- dije al fin vencida.
Sonrió y se puso de pie, ayudándome a parodiarlo.
-Por cierto, ¿Te pusiste toda la botella de loción? Hueles demasiado exagerado- me quejé.
-¿Qué?... es… la misma cantidad de siempre-
-A mi no me parece- contradije y salí delante suyo, al parecer se había quedado confundido por… su ahora olor desmesurado.
Bajé las escaleras y me encontré con todos en el comedor desayunando huevos con tocino.
-Hola, ¿Ahora si nos acompañaras a comer?- preguntó Denise con una sonrisa.
-Me temo que sí, su hijo tiende a ser muy… persuasivo- respondí corrí la silla y me senté a un lado de Kevin quien me recibió con una cálida demostración de dentadura.
Denise se paró de su asiento y me sirvió una ración de comida.
-Aquí tienes- dijo pasándome el plato.
-Gracias- contesté, lo puse sobre la mesa y fijé una mirada timorata hacia el contenido, mi apetito había desaparecido y no porque la comida fuera un asco, al contrario era deliciosa para cualquiera que la tuviera enfrente, pero para mi no, en ese momento. No quería lastimar los sentimientos de Denise solo por caprichos míos y razones injustificables, tragué saliva y me llevé varios bocados a la boca, solo por gula, sin la disposición a ingerir alimentos, el nudo en mi garganta le impedía el paso por la laringe y sentía que pronto me atragantaría para devolver el estómago…
Por fin se me había hecho el conocer a los «Famosos» hermanos de Frankie y Joseph, —Kevin y Nicholas— descubrí que no eran tan malvados como llegué a pensar en una ocasión tan… inolvidable.
Estuve habitando en la casa Jonas, con la idea de que solo era un estorbo y una molestia a la familia. Todos los días, sin falta visitaba mi casa, revisaba la contestadora, las llamadas recientes, pero al notar «Nada» era fácil decir que mi humor estaba derribado, alicaído, abatido […] La verdad estaba muriendo por dentro de la angustia que me atestaba el alma, ya nada era normal, la casa vacía sin la compañía de mí madre, me arrepentía de haber sido tan dura con ella…
Las oraciones más repetitivas por todo mundo era: «Tenemos que tener esperanza» «Todo estará bien» «La encontraremos» Sin embargo yo no albergaba ni un grano de conformismo y paz de mi alma, esa era una de las razones por las que me negué a compartir el techo con una familia que me alentaba, agregando la insistencia de Joseph por mantenerme ahí, rendida, procuraba no contagiarles mi tristeza, pero día con día era más arduo ese trabajo.
Mi cuerpo era más débil al correr de los días, la fatiga, el aturdimiento, el cansancio eran efectos secundarios, las siestas se alargaban y con ellas llegaba la etapa de ensoñaciones de zozobras que me hacían despertar de una forma oscilante.
-Buenos días- saludó Joseph recargado sobre la puerta, con la típica postura sugerente de su pie apoyado el la parte sólida, los brazos cruzados y la sonrisa más reluciente e ínclita de todas. Tallé mis párpados adormilados y me senté sobre el acolchado, tanteé imitar su sonrisa, pero sin ánimos solo era una mueca horripilante. -¿Bajarás a desayunar?- preguntó sentándose a mi lado y pasando el brazo por mis hombros.
-No tengo hambre- reproché.
-¡Ay! (tn) Tienes que comer algo, por eso estas tan exhausta, piensa que es por tu propia salud, ni a tu madre, ni mucho menos a la mía les gustaría verte tan necia en la alimentación, se nota que no conoces a mi madre- expresó irónico.
-Lo que menos quiero es causar problemas, ya hago demasiado con vivir aquí-
-(tn) ¿Cuántas veces te he dicho que eres bienvenida en esta casa?- regañó con una ceja enarcada.
-Miles- mascullé.
-Sí, así es, y miles de veces te he dicho que tienes que comer, no quiero una novia enclenque y escuálida- se burló.
-Tú ganas, vamos- dije al fin vencida.
Sonrió y se puso de pie, ayudándome a parodiarlo.
-Por cierto, ¿Te pusiste toda la botella de loción? Hueles demasiado exagerado- me quejé.
-¿Qué?... es… la misma cantidad de siempre-
-A mi no me parece- contradije y salí delante suyo, al parecer se había quedado confundido por… su ahora olor desmesurado.
Bajé las escaleras y me encontré con todos en el comedor desayunando huevos con tocino.
-Hola, ¿Ahora si nos acompañaras a comer?- preguntó Denise con una sonrisa.
-Me temo que sí, su hijo tiende a ser muy… persuasivo- respondí corrí la silla y me senté a un lado de Kevin quien me recibió con una cálida demostración de dentadura.
Denise se paró de su asiento y me sirvió una ración de comida.
-Aquí tienes- dijo pasándome el plato.
-Gracias- contesté, lo puse sobre la mesa y fijé una mirada timorata hacia el contenido, mi apetito había desaparecido y no porque la comida fuera un asco, al contrario era deliciosa para cualquiera que la tuviera enfrente, pero para mi no, en ese momento. No quería lastimar los sentimientos de Denise solo por caprichos míos y razones injustificables, tragué saliva y me llevé varios bocados a la boca, solo por gula, sin la disposición a ingerir alimentos, el nudo en mi garganta le impedía el paso por la laringe y sentía que pronto me atragantaría para devolver el estómago…
1 comentarios:
Hii!!!
Ahora sii que me ausente, pero ya me he puesto a leer todos los capiitulos que me perdí, jiji, han estado geniiales como siiempre,te vuelvo a deciir q adoro como nos transmiites los sentiimiientos por mediio de tu narraciión, tu nove cada vez se pone más iinteresante,espero que pueda seguiir leyendola(es q he teniido problemas con el internet¬¬)ja...
Bueno, te cuiidas!!!!
Bye!!!
JB4e
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