-¡(tn) ya llegó el camión!- gritó en mi oído provocando mi exaltación.
-¡Mamá!- reclamé.
-¡Ayúdame!- ordenó.
-¡No!- intenté pronunciar, ya que me había acomodado boca abajo y tapado mi cabeza con la almohada.
-¡Ándale! ¡No seas perezosa!- ordenó quitándome la almohada y las sábanas, en cambio yo no hice ningún intento por moverme y volví a cerrar mis párpados para recuperar de nueva cuenta el sueño.
-Tu decides, por las buenas o por las malas- la ignoré, «No eres mas fuerte que yo» pensé, o eso creí, pues ya no sentí su presencia, unos minutos después escuché como el peculiar sonar de sus zapatillas al caminar se acercaba, de pronto el sonido paró para detenerse en un lugar específico: al lado mío, mi cuerpo sintió algo frío, un líquido, obviamente me había mojado.
-¡Pero que te pasa!- protesté, levantándome del suelo, mi cuerpo tremolaba y mi pijama destilaba el agua.
-¡Te lo dije!... ¡Yo te advertí!- sostuvo firme.
La miré con furia, no dije nada, solo caminé a mi maleta, busqué algo de ropa y me metí al baño, azotando la puerta.
-¡Dale más fuerte!- su tono de voz fue sarcástico, pero yo lo tomé como un consejo.
-¿Si verdad?- abrí la puerta y la cerré con todas mis fuerzas, casi la tiro, podía escuchar como mi madre bufaba de coraje, sabía que no me pegaría porque era muy paciente, una de las virtudes que tienen los maestros... pero también tienen sus límites y no es recomendable sobrepasarlos.
Me cambié, mi pelo estaba húmedo por el cubetazo, no podía ni secarlo porque mi secadora estaba en el camión, que recordé súbitamente ya estaba fuera de la casa.
Descendí por las escaleras y eché un vistazo por la ventana, bajaban todos los muebles, me daba tanta alegría ver cuando bajaban mi cama, ahora si dormiría en un confortable colchón.
Ya todo estaba afuera del camión, los ayudantes que las bajaban los metían de una por una, era aburrido verlos, así que decidí dar una vuelta al vecindario…
Las calles eran un poco solitarias, observaba todo como si fuera algo raro e innovador para mi, por ejemplo las extravagantes estructuras y áreas verdes […] Poco a poco el sol se escondía dando paso a la sombría noche donde solo reinaba el silencio y los luceros del los faroles y casas, para cruzar la calle miré hacia los dos lados, pero no se aproximaba nada y comencé a atravesar la extensa calle, un ruido estrépito se escuchó, me di la vuelta, era un auto que venía a toda velocidad, me paralicé, podía haber corrido, pero mis músculos no respondieron, solo cerré mis ojos con una gran presión esperando el golpe ya podía sentir como mi vida se recorría en un segundo, el coche dio un ruidoso freno, pero no sentí nada, « ¿Ya me morí? » preguntaba en mi cabeza, comencé a abrir el parpado continuo al otro.
Alguien bajaba del auto, cerró la puerta de su auto con fuerza, se escuchaba enfurecido era de verse por sus bufidos, su rostro no se veía pues con la luz de la luna era complicado distinguirlo.
Yo seguía en estado de shock.
-¡¿Que te pasa?!- esa voz, era... -¡Estas loca!- completó la frase que hizo que algo me viniera a la mente, ¿Que era? no podía ser... -¡Estas ahí!- pasó su mano por mi mirada, la cual estaba perdida. -¡No puede ser! ahora se quedo muda- hablaba para sí mismo.
-Tú...- articulé difícilmente.
-¡¿Yo qué?!... ¡¿QUE NO TE FIJASTE QUE VENÍA EL AUTO HACIA TI?!- alzó la voz tanto que hizo que saliera de mi transe.
-¡OYE NO ME GRITES!- apunté con mi dedo, odiaba que me gritaran.
-¡Vaya! ¡Ya regresaste!- fue sarcástico.
-¡Pues como quieres que me ponga! si ¡Casi me matas!- aseguré.
-¿Yo? ¡Si tu te atravesaste!- se defendía.
-¡¿Ah si?! ¡Pues yo no tengo la culpa de que tu seas un ciego!-
-¡Al menos yo no me quedé PARADOTE esperando que me llegara la hora!- recalcó mas esta palabra.
-En vez de estar reclamando deberías preguntar si no me paso nada-
-¡Eso no interesa!- dijo lo que causo mi enojo total.
-Sabes una cosa... eres un IDIOTA- y caminé por la calle dejándolo ahí sin importarme nada...
-¡Mamá!- reclamé.
-¡Ayúdame!- ordenó.
-¡No!- intenté pronunciar, ya que me había acomodado boca abajo y tapado mi cabeza con la almohada.
-¡Ándale! ¡No seas perezosa!- ordenó quitándome la almohada y las sábanas, en cambio yo no hice ningún intento por moverme y volví a cerrar mis párpados para recuperar de nueva cuenta el sueño.
-Tu decides, por las buenas o por las malas- la ignoré, «No eres mas fuerte que yo» pensé, o eso creí, pues ya no sentí su presencia, unos minutos después escuché como el peculiar sonar de sus zapatillas al caminar se acercaba, de pronto el sonido paró para detenerse en un lugar específico: al lado mío, mi cuerpo sintió algo frío, un líquido, obviamente me había mojado.
-¡Pero que te pasa!- protesté, levantándome del suelo, mi cuerpo tremolaba y mi pijama destilaba el agua.
-¡Te lo dije!... ¡Yo te advertí!- sostuvo firme.
La miré con furia, no dije nada, solo caminé a mi maleta, busqué algo de ropa y me metí al baño, azotando la puerta.
-¡Dale más fuerte!- su tono de voz fue sarcástico, pero yo lo tomé como un consejo.
-¿Si verdad?- abrí la puerta y la cerré con todas mis fuerzas, casi la tiro, podía escuchar como mi madre bufaba de coraje, sabía que no me pegaría porque era muy paciente, una de las virtudes que tienen los maestros... pero también tienen sus límites y no es recomendable sobrepasarlos.
Me cambié, mi pelo estaba húmedo por el cubetazo, no podía ni secarlo porque mi secadora estaba en el camión, que recordé súbitamente ya estaba fuera de la casa.
Descendí por las escaleras y eché un vistazo por la ventana, bajaban todos los muebles, me daba tanta alegría ver cuando bajaban mi cama, ahora si dormiría en un confortable colchón.
Ya todo estaba afuera del camión, los ayudantes que las bajaban los metían de una por una, era aburrido verlos, así que decidí dar una vuelta al vecindario…
Las calles eran un poco solitarias, observaba todo como si fuera algo raro e innovador para mi, por ejemplo las extravagantes estructuras y áreas verdes […] Poco a poco el sol se escondía dando paso a la sombría noche donde solo reinaba el silencio y los luceros del los faroles y casas, para cruzar la calle miré hacia los dos lados, pero no se aproximaba nada y comencé a atravesar la extensa calle, un ruido estrépito se escuchó, me di la vuelta, era un auto que venía a toda velocidad, me paralicé, podía haber corrido, pero mis músculos no respondieron, solo cerré mis ojos con una gran presión esperando el golpe ya podía sentir como mi vida se recorría en un segundo, el coche dio un ruidoso freno, pero no sentí nada, « ¿Ya me morí? » preguntaba en mi cabeza, comencé a abrir el parpado continuo al otro.
Alguien bajaba del auto, cerró la puerta de su auto con fuerza, se escuchaba enfurecido era de verse por sus bufidos, su rostro no se veía pues con la luz de la luna era complicado distinguirlo.
Yo seguía en estado de shock.
-¡¿Que te pasa?!- esa voz, era... -¡Estas loca!- completó la frase que hizo que algo me viniera a la mente, ¿Que era? no podía ser... -¡Estas ahí!- pasó su mano por mi mirada, la cual estaba perdida. -¡No puede ser! ahora se quedo muda- hablaba para sí mismo.
-Tú...- articulé difícilmente.
-¡¿Yo qué?!... ¡¿QUE NO TE FIJASTE QUE VENÍA EL AUTO HACIA TI?!- alzó la voz tanto que hizo que saliera de mi transe.
-¡OYE NO ME GRITES!- apunté con mi dedo, odiaba que me gritaran.
-¡Vaya! ¡Ya regresaste!- fue sarcástico.
-¡Pues como quieres que me ponga! si ¡Casi me matas!- aseguré.
-¿Yo? ¡Si tu te atravesaste!- se defendía.
-¡¿Ah si?! ¡Pues yo no tengo la culpa de que tu seas un ciego!-
-¡Al menos yo no me quedé PARADOTE esperando que me llegara la hora!- recalcó mas esta palabra.
-En vez de estar reclamando deberías preguntar si no me paso nada-
-¡Eso no interesa!- dijo lo que causo mi enojo total.
-Sabes una cosa... eres un IDIOTA- y caminé por la calle dejándolo ahí sin importarme nada...
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