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martes, 11 de agosto de 2009

••Capitulo 85••

Sentía las palabras revolotear desordenadamente como una parvada, varias puñaladas vehementes sacudieron mi cuerpo volviéndolo flácido, débil, ¿Era el momento? ¿Debía confesarle que ahora llegaba un ser a nuestras vidas?... ¡Claro! Era una obligación para mí y un derecho para él sin importar su reacción, que en verdad era mi punto máximo de preocupación… lo que me sosegaba era el saber que él no era así, por supuesto que lo aceptaría.
— ¿Joseph? —tragué saliva, mi respiración honda aumentaba la capacidad de mis pulmones, y mis brazos se tambaleaban—. Yo… est… —mis cuerdas vocales no cooperaban y solo dejaban salir insignificantes sílabas.
— ¿Qué paso?
Mis sentidos se activaron con las súplicas cumplidas, cuando Penny apercibió nuestras presencias asomadas por el cerco de su casa.
— ¡(tn)! ¡Joe! —gritó.
Corrió, rodeando todo el jardín a una velocidad como si flotara en el aire, que volaba sus dorados cabellos. Abrió la puerta y salió a nuestro encuentro con un entusiasmo eminente a kilómetros.
Cuando su silueta se coloreaba con su acercamiento Joseph me desvinculó de su cuerpo, me encuclillé y abrí los brazos para estrecharla una vez que estuvo cerca. Su pequeño cuerpecito fue estrujado por mis brazos entrañables.
—Extrañé a mi pequeña amiga —le dije al oído. —Pero… ¿Por qué no dices nada?
Joseph afinó la voz rozando el puño con sus labios.
— (tn)… creo que la estás asfixiando.
— ¡Oh! Penny, perdón —la solté de inmediato tomándola por los hombros.
La niña sonreía angelical.
—No es nada, yo también te extrañé ¡Que bien que viniste a jugar conmigo! —pirueteó.
— ¡Claro! —acepté agarrando su mano y caminando con ella en saltos.
— ¡(tn)! —llamó Joseph rezagado. Pero no le hice caso y entré —. Pero (tn) Ya se está poniendo el sol y es demasiado tarde, y creo que debemos regresar —aconsejó a un lado mío que no me percaté de cuando nos había alcanzado.
— ¡Ay! Joe, no es tarde, además te pareces a mi… —la voz se tornó quebradiza cuando comprobó el complemento a la frase—. Emm… Penny creo que Joe tiene razón… podría venir mañana o…
—O podrías ir a nuestra casa mañana temprano —opinó Joseph.
—Mmm… yo quería jugar hoy, pero está bien, le diré a mamá que me lleve —cedió.

Las once y media señalaban las manecillas del reloj de pared cuando el timbre soñó. Los clamores de solo una niña atronaban la casa.
Bajé enseguida con una gran sonrisa delineada.
— ¡Hola Penny!
—Hola (tn) Vine aquí para jugar.
Reí.
— ¿Qué te parece si subimos a mi habitación? —sugerí.
Asintió y subimos corriendo las escaleras.
— ¡Uy! ¡Uy! ¡Uy! ¿Qué pasa aquí? Parece que tenemos a dos locas pequeñas —dijo Joseph interponiéndose en nuestro camino con su muy distintiva sonrisa.
Posé las manos en su pecho y sonreí.
—Así es, ahora si nos permites pasar.
—Claro, pero no sin antes —ladeó la cabeza con los labios fruncidos casi cerca de los míos.
Puse mi dedo índice en sus acolchados labios, deteniéndolo, y con las pupilas apunté a Penny.
—Después —susurré, impeliéndolo para abrir paso al corredor que bloqueaba—. Vamos Penny —anuncié jalando de su brazo.
Llegamos a trompicones hasta mi habitación cerrando la puerta.
— ¡Lo sabia! —exclamó, yo la miré confusa.
— ¿Qué es lo que sabias? —pregunté sentándome en el borde del colchón.
—Pues que ustedes dos se querían, Joe y tú… ¿Es tu novio? —inquirió arqueando las cejas.
Risoteé.
—Sí —admití con las mejillas ruborizadas como si de un amor de infantil se tratara.
— ¡Wow! Tienes suerte, te dije que era muy guapo —dijo recostándose en la cama con los brazos sobre la nuca.
Blanqueé los ojos con una sonrisa irónica.
—Oye, antes de que juguemos quiero preguntarte algo, nunca me respondiste ¿recuerdas?
Fruncí el ceño, extrañada.
— ¿De qué hablas?
—Pues cuando te pregunté sobre los bebes —abrí los ojos como platos.
— ¡Ah! ¡Eso!
—Sí, aún pienso que es mentira eso de las cigüeñas —puso el dedo en su barbilla, pensativa.
Me embelesaba la perfecta memoria de la niña, como al igual sus preguntas revelantes, con respuestas verdaderas no dignas para su edad, ni yo tampoco era la indicada para responderlas […] Ahora que sabía que lidiaría con una criatura preguntona, me daba un escalofrío que me erizaba la piel, era como si ya la tuviera enfrente, y seguramente yo dándole la contraria a mis opiniones sobre las mentiras. Una práctica a mi futuro papel de madre. Ni yo misma lo creía.
—Pero respóndeme —exigió sin perder la ternura.
Me rasqué la cabeza buscando la evasiva en mi mente, sin éxito.
— ¿Sabes qué? Te diré algo mejor, pero tiene que ser un secreto de las dos ¿Entendido? Nadie, pero nadie lo tiene que saber, ni Frankie, ni Joe, ni tu mamá, tu papá, na-die, solo tú y yo, secreto de amigas ¿Lo prometes?
— ¡Sí, sí, sí! Seré como una tumba.
Me puse de pie, abrí la puerta inspeccionando nada de peligro alrededor, y cuando digo peligro me refiero a todo en especial a «Danger».
No había nadie, así que cerré la puerta poniéndole seguro y acercándome a Penny quién esbozaba una cara de misterio entusiasta…

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