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miércoles, 12 de agosto de 2009

••Capitulo 86••

—Yo… —me estabilicé a su lado atravesando las piernas. Así su manita entre las mías, su efluvio me impregnaba confianza a pesar de su edad. Respiré hondo y dejé que mis cuerdas vocales trabajaran por sí solas.
—Yo voy a tener un bebe —confesé sacándome un gran peso de encima.
Las delicadas facciones de la niña se crisparon, no capté si su reacción reflejaba enojo o alegría. Finalmente, después de una mirada extraviada y un silencio devastador, torturante, abrió la boca, alcancé a ver sus dientes de leche y la campana de su garganta, que oscilaba convulsiva con un grito agudo, desapacible y chirriante dejando estelas de estrago en mis sensibles tímpanos.
—Penny, ¡Penny! ¿Qué te pasa? —indagué asustada, acojonada, y arrepentida por un posible trauma que la hubiera causado la noticia.
— ¡Wow! Eso es… es ¡Fantástico! —levantó los brazos sonriendo.
—Penny ¡Me asustaste! Pensé que no te había gustado —reproché poniendo la mano en mi pecho, apaciguando a mi agitado corazón.
— ¿No gustarme? Me fascina la idea —dijo con hervor, palmoteando las manos—. Voy a jugar con él o ella… espero que sea niña para prestarle mis muñecas, también le daré de comer, la sacaré a pasear y… y… —inhalaba y exhalaba el aire robado para recuperar el aliento que había exterminado sus ideas futuras.
—Penny tranquila, no hables tan rápido, aún falta mucho tiempo para que eso suceda.
—Tienes razón, todavía no se nota que está ahí, en tu estómago, yo he visto a mi tía y tenía una panzota, pero claro, siempre la responsable fue “la cigüeña” y tú no me quieres contestar, me dará el patatús si no me dices —anunció poniendo la mano sutilmente de una forma dramática, como si se fuera a desmayar.
Reí.
—Eres muy chica para entender ese tipo de cosas, cuando seas mayor comprenderás mi silencio.
—Mmm… esperaré entonces —recargó el codo en su pierna y sostuvo su cabeza en un puño— Pero que bien que serás mamá… Y… ¿Quién es su papá?... Joe ¿verdad?
Ocho años pero una mente científica que examinaba los hechos para apelar su estado.
—Sí, pero recuerda es un secreto y no se lo dirás ni a él ni a nadie.
—Pero ¿Por qué? Es su papá ¿no? Tiene que saberlo.
Hablar con Penny era como platicar con una amiga de mi edad o un adulto, un psicólogo, tenía que sacar conclusiones para sus pacientes, solo que eran muy cobardes para abrir la boca, y en ese preciso momento la lengua era robada por el ratón.
—Sí… pero… quiero que sea una sorpresa, y las sorpresas ¿son?...
—Sorpresas —completó.
—Exacto, si las dices pues ya no serían sorpresas, y quedarían arruinadas —expliqué, albergando las esperanzas de un fiel amiguita.
—Entonces, soy pico de cera —hizo un ademán junto a su boca simulando un cierre, después una cerradura con una llave dentro que giró e imaginativamente lanzó al vacío.
Compartimos sonrisas y miradas de complicidad.
— (tn)… ¿Puedo decirle algo al bebe?
La miré perpleja.
—Eee… seguro —musité.
Acercó su oído a mi vientre y pude prestar atención a sus susurros.
—Espero que vengas pronto, quiero jugar contigo, nos la pasaremos genial, ¿y sabes que? Vas a tener unos papás que te van a adorar un chorro, y no importa si eres niño o niña porque yo también voy a quererte mucho.
Sus palabras me tocaron el corazón y me hicieron temblequear de asombro, una pequeña niña me abrió los ojos, y me brindó más seguridad, pero no la suficiente, todavía necesitaba un empujón para ser digna a mis palabras confesionales.
Se separó de mi vientre y me abrazó.
—Que palabras tan bonitas le dijiste —le elogié.
Tres toques percutieron la puerta. Me paré y adecenté mi ropa para ir a girar la perilla de la puerta.
—Hace un rato oí un grito, ahora están muy calladas, ¿De qué hablaban o qué?
— ¿Tienes que ser siempre tan entrometido? —pregunté angustiada y recelosa, pues últimamente las puertas y las paredes escuchaban.
—Sí —afirmó.
—Pues Penny y yo jugábamos a…
—Las escondidas —apoyó. —Sí, pero (tn) me asustó y por eso grité, además estábamos hablando cosas de chicas.
—Claro, claro —proferí en un suspiro de alivio, por lo visto, Penny si era una amiga confiable.
— ¿Y a que tema se dirigen cuando dicen «cosas de chicas»?
— ¡Oh! Pues… a cosas de chicas… Para saberlo tendrías que… ser chica, pero ¡Lástima! No lo eres —excusé titubeando.
—Con que esto ya es personal ¡Eh! —se quejó…

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