Aprensó las palmas de sus depuradas y tersas manos sobre mis mejillas, apuntó su mirada turbada a la mía, sus ojos advertían la llegada del manto húmedo, pero él con gran denuedo coercía esta demostración.
—Entiéndelo, ella ya no está.
—No lo digas —dije fugazmente con las lágrimas corriendo apresuradas por mi piel—. Por favor, dime que es mentira.
No articuló ninguna palabra, solo se dedicó a estrechar mi vacilante anatomía, me acurrucaba en su aroma y a él parecía no importarle que su camisa se rociase por mi lacerante sentimiento. Cerré los ojos, temporalmente todo estuvo en calma, pero un dolor en la cabeza me golpeó tal como una piedra encima de ella…
— ¡No me toques! —exclamé al sujeto que me sostenía, puse mis manos sobre su pecho y con una fuerza sobrenatural lo empujé.
— ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás actuando así?
— Ja, No te entrometas en mis asuntos, estaba con mi madre, no nos interrumpas ¿Quieres? —ordené y con un empollón lo extraje de la habitación.
—Mamá estarás bien, conseguiré un doctor —me hinqué al pie del colchón y peiné su cabello con mis dedos—. Te lo aseguro, no me gusta que estés así, tan callada.
— (tn) ¡Abre la puerta! ¡Te lo ordeno! —insistía el mismo sujeto molesto, golpeteaba la puerta con desesperación, pero no la abrí—. Voy a abrirla a la fuerza, no te encuentras bien… no me hagas hacer esto, ábrela por favor.
— ¡No! ¡Váyase! ¡No me moleste! ¡Lo único que necesito es un doctor! —exhorté desde el interior.
Tomé entre mis manos creando una cueva la gélida mano de mi madre, ella persistía en su sueño.
La puerta cayó a mis ojos, el sujeto crispó los músculos del rostro y con zancadas se dirigió a mí. Me puse de pie, encaré su expresión iracunda e intimidante.
— ¿Qué es lo que quiere de nuevo? ¿Por qué tiró la puerta?
— ¡Demonios! ¡Deja esa actitud! —ordenó enganchando sus manos en mis extremidades.
—Y usted lárguese de aquí, mi madre necesita calma y usted solo viene a robarla.
— ¡Por favor! —expresó irónico—. ¿Qué diablos te pasa? ¿No comprendes? ¿Y por qué me hablas de usted? (tn) deja de jugar y ve claramente tu realidad.
Atenacé los labios y le observé con displicencia, la valentía y osadía estaban de mi lado… Con un movimiento brutal me balanceé para que me soltase, pero no funcionó.
— ¿Qué? No sé de qué me habla, estoy bien, perfectamente, y lo que usted no logra comprender es que ella…. —apunté con el dedo índice el cuerpo en reposo de mi madre—. Está enferma, necesito un doctor, ¡Ah! Y por si no lo sabe, somos desconocidos, no se como sabe mi nombre y viene aquí, a gritarme de esa manera —sus manos dejaron de hacer presión sobre mis endebles brazos, las dejó caer a los costados para plasmarse en el azulejo y mirarme pusilánime…
Bufé, no era una mujer menopáusica, solo una adolescente de cambios hormonales constantes y repentinos, es por eso que explicaba con exactitud el permuto de emociones…
—No me mire así y salga, se lo pido con toda amabilidad —seguía mirándome con sus ojos almendrados en la misma posición, expectante de mis acciones con una faceta asustadiza.
Ignoré su presencia y me dediqué a mi madre de tez desvaída y labios áridos.
—Mamá, ¡No sabes cuantas cosas han sucedido desde tu partida!, hay algo que debo que confesarte, no sé como pasó, pero… —sonreí con las mejillas ruborizadas, dirigí las manos a mi vientre y las deslicé hasta el medio brazo para ceñirme a mí misma—. Estoy embarazada, vas a ser abuela.
—Entiéndelo, ella ya no está.
—No lo digas —dije fugazmente con las lágrimas corriendo apresuradas por mi piel—. Por favor, dime que es mentira.
No articuló ninguna palabra, solo se dedicó a estrechar mi vacilante anatomía, me acurrucaba en su aroma y a él parecía no importarle que su camisa se rociase por mi lacerante sentimiento. Cerré los ojos, temporalmente todo estuvo en calma, pero un dolor en la cabeza me golpeó tal como una piedra encima de ella…
— ¡No me toques! —exclamé al sujeto que me sostenía, puse mis manos sobre su pecho y con una fuerza sobrenatural lo empujé.
— ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás actuando así?
— Ja, No te entrometas en mis asuntos, estaba con mi madre, no nos interrumpas ¿Quieres? —ordené y con un empollón lo extraje de la habitación.
—Mamá estarás bien, conseguiré un doctor —me hinqué al pie del colchón y peiné su cabello con mis dedos—. Te lo aseguro, no me gusta que estés así, tan callada.
— (tn) ¡Abre la puerta! ¡Te lo ordeno! —insistía el mismo sujeto molesto, golpeteaba la puerta con desesperación, pero no la abrí—. Voy a abrirla a la fuerza, no te encuentras bien… no me hagas hacer esto, ábrela por favor.
— ¡No! ¡Váyase! ¡No me moleste! ¡Lo único que necesito es un doctor! —exhorté desde el interior.
Tomé entre mis manos creando una cueva la gélida mano de mi madre, ella persistía en su sueño.
La puerta cayó a mis ojos, el sujeto crispó los músculos del rostro y con zancadas se dirigió a mí. Me puse de pie, encaré su expresión iracunda e intimidante.
— ¿Qué es lo que quiere de nuevo? ¿Por qué tiró la puerta?
— ¡Demonios! ¡Deja esa actitud! —ordenó enganchando sus manos en mis extremidades.
—Y usted lárguese de aquí, mi madre necesita calma y usted solo viene a robarla.
— ¡Por favor! —expresó irónico—. ¿Qué diablos te pasa? ¿No comprendes? ¿Y por qué me hablas de usted? (tn) deja de jugar y ve claramente tu realidad.
Atenacé los labios y le observé con displicencia, la valentía y osadía estaban de mi lado… Con un movimiento brutal me balanceé para que me soltase, pero no funcionó.
— ¿Qué? No sé de qué me habla, estoy bien, perfectamente, y lo que usted no logra comprender es que ella…. —apunté con el dedo índice el cuerpo en reposo de mi madre—. Está enferma, necesito un doctor, ¡Ah! Y por si no lo sabe, somos desconocidos, no se como sabe mi nombre y viene aquí, a gritarme de esa manera —sus manos dejaron de hacer presión sobre mis endebles brazos, las dejó caer a los costados para plasmarse en el azulejo y mirarme pusilánime…
Bufé, no era una mujer menopáusica, solo una adolescente de cambios hormonales constantes y repentinos, es por eso que explicaba con exactitud el permuto de emociones…
—No me mire así y salga, se lo pido con toda amabilidad —seguía mirándome con sus ojos almendrados en la misma posición, expectante de mis acciones con una faceta asustadiza.
Ignoré su presencia y me dediqué a mi madre de tez desvaída y labios áridos.
—Mamá, ¡No sabes cuantas cosas han sucedido desde tu partida!, hay algo que debo que confesarte, no sé como pasó, pero… —sonreí con las mejillas ruborizadas, dirigí las manos a mi vientre y las deslicé hasta el medio brazo para ceñirme a mí misma—. Estoy embarazada, vas a ser abuela.
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