Me embracé a mi morral trepidada por conforme me internaba mas en la ciudad yerma sin “gente de bien” […] -Shh- escuché, mi corazón pulsaba horrorizado, miré de soslayo hacía el callejón, encontrándome con una figura sospechosa recargada sobre la pared, no hice caso y apresuré mis trancos […] Sus pasos detrás de mi me escoltaban.
-No te vallas- propuso una voz gutural. -No te haré daño preciosa- faené por correr, pues no había nadie a quien pudiera pedir socorro, pero mis ineptos pasos me perfidiaron y no tomaron la velocidad suficiente e inesperadamente hicieron el tipo me acorralara.
-Toma, no tengo mucho dinero, pero me déjame ir- estiré mis manos entregándole mi morral.
-Te equivocas muñeca, no quiero dinero, si no…- atiborró de mi brazo y me atrajo a su cuerpo con tropelía, yo solo me titubeaba lloriqueando.
-No, por favor- imploré.
-¡Cállate!- gritó, sacó de su bolsillo una navaja de filo pulido, mi respiración era mas honda, las lágrimas profusas, por la mente me pasó la mas obvia apercepción de lo que iba a advenirme, una chica inválida no lograría salir sana y salva con un criminal; también hice mi testamento conceptual, el sarcasmo no se habilitaba a la circunstancia, pero ¿Qué mas hacía? Con llorar y gritar no ganaría nada, mejor emplear esos minutos en mis pertenencias distribuidas a cada miembro con equidad.
Percibí como la cuchilla de su faca bajaba delicadamente por mi pierna, mientras tanto su nariz olfateaba mi cuello.
-Suéltala- en cuanto escuché eso sentí como una luz celestial me refulgió, el individuo se distrajo y con eso aproveché para lacerarlo con mi rodilla entre las piernas quien adolorido e iracundo me libró.
-Maldita mocosa- blasfemó.
-¡Joe!- exclamé, jamás me había dado tanto regocijo al verlo y en cuanto lo tuve cerca me empiné a él exprimiéndolo en un abrazo que fue correspondido […] Me soltó cuando el hombre se acercó, le dio una puñalada nervuda en el rostro tirándolo al suelo atolondrado.
-Vámonos- tiró me mi mano.
-Espera- junté mi morral y le di una patada en el estómago al idiota, no era bohemia y me desquitaba ¿Cómo se atrevía a tocarme? Y eso le pasaba a todo el sinvergüenza que me confinaba sin mi unanimidad.
Caminamos hasta la esquina en la que estaba aparcado su auto.
Abrió la puerta, entré y él giró al lado contrario, accedió, insertó la llave e inició la partida.
-¿Cuándo dejarás de ser tan loca? Te podría haber pasado algo peor- dijo en un suspiro con una mirada autoritaria y encolerizada.
-Pues… no hubieras venido… lo tenía todo bajo control- repuse ofendida, no tenía la mas minúscula idea de lo que excusaba, y en realidad su llegada había sido una bendición.
-Si, se nota… llorona- objetó irónico.
Me quedé boquiabierta y ceñuda ante su comentario.
-Lo único que hiciste bien fue golpear al tipo como a mí, tu sabes donde, me imagino como le habrá dolido al pobre- opinó.
Me quedé callada, era mi “héroe” pero eso no quería decir que lo iba a alabar, eso iba en contra de las leyes de la altanería.
-Gracias- dije cortante con la cabeza gacha.
-¿Qué?-
-Gracias- repetí.
-No te oí- si, eso ya era juego, no era una grabadora, ni mucho menos tenía micrófono para nombrárselo al sordo.
-Si oíste-
-No… pero me debes una- sonrió.
-¡Ja! Ni creas, yo no…-
-Vas a hacer lo que YO te diga- me interrumpió, lo miré extrañada y absorta.
-¿Qué?, ¡Estas loco! ¡Yo no pienso ser tu… tu esclava!- reclamé ¡Vaya que ser salvada costaba, y muy caro!
-¿Quién dijo que serías mi esclava?... Más bien pensaba otra cosa- despegó la vista del camino y me consagró una sonrisa pintoresca…