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viernes, 31 de julio de 2009

••Capitulo 79••

Joseph se paró para después quedarse inmóvil de cintura a pies y el brillo de nerviosismo de sus ojos estaba a flor de piel, rascaba su nuca con dureza, a punto de dejarse una cicatriz. -Emm… (Tn)… despertaste, pensé que te dejé en la habitación- tartamudeó.
-No pensarás que dormiré tanto- repliqué tajante. -Ahora mismo quiero que me digas eso que planeas ocultarme- exigí cruzando los brazos y mirándole con diplomacia.
-No es nada importante-
-Claro que lo es- me opuse. -Se trata de mi madre ¿No es así?- su rostro estaba pasmado y su lengua había escapado, llevé mi mirada hacia todo mi público en busca de respuestas. -¿Lo es?- reiteré, el silencio era apabullante, y tomé como legal la frase «El que calla otorga» -Díganme que paso con ella- reivindiqué.
Entre todos los presentes señalé uno en especial, la intranquila cara de Nicholas sudaba, y dentro de su cavidad bucal había una lucha de sus palabras y su silencio, arqueé una ceja y sus palabras salieron despavoridas de su lengua. -Encontraron su auto despeñado en un barranco- pronunció atropelladamente que apenas pude entenderlo, Joseph se recuperó y se viró vehementemente clavando una mirada colérica a Nicholas.
-¿Qué?- modulé su aliento.
-Querida- Denise se paró y se acercó a mí pasando su brazo por mis hombros. -Tienes que ser fuerte- estimuló.
-Pe… pero explíquenme- balbucí.
-Lo que pasó es que lograron encontrar su auto a las afueras de la cuidad, en una zona no muy transitada, estaba desbarrancado y necesitaron un equipo especial para bajar, se encontraron con el vehículo totalmente destrozado, y calcinado a causa del hidrocarburo, hicieron unos análisis para identificar las cenizas del cuerpo, pero no las encontraron… (Tn) esto es relevante y una posibilidad de que ella este con vida, no quiero darte falsas esperanzas pero tampoco quiero que las pierdas- explicó Paul Kevin, sentí como mis ánimos se adentraban en una ataque de histeria. Me desasí de los brazos de Denise y cubrí mi cara con ambas manos, mis lágrimas fluían inagotables de mis lagrimales.
-(Tn)… cálmate- Joe me embrazó y me estrechó en su pecho, mis piernas perdían debilidad, eran tan flácidas.
-Ya no puedo más- querellé. -Quiero morirme, quiero a mi madre- sollocé y tambaleé para salir de los brazos de Joseph, pero mi vitalidad y fortalezas se fueron deteriorando, atisbé mi entorno y vi como una nube negra se adueñaba de mi vista, entorné los ojos, mi cuerpo se tornó lánguido, y gracias al soporte de Joseph caí rendida en sus brazos, si no me hubiera dado un garrotazo en el suelo. Perdí el conocimiento, aunque mis oídos se quedaron encendidos.
-(tn)… (tn) ¿Qué te pasa?... Responde-
-Joe, es mejor que la lleves arriba, llamaré a un doctor- recomendó Denise, él tomó de mis piernas y me llevó cargando, recostó mi cuerpo en la cama, se sentó en el borde y sus dedos se enredaron en mi cabello acariciándolo con dulzura…

-Joe… Joe… ¿Dónde estas?- enuncié con los párpados cerrados.
-Aquí estoy- dijo y su mano tomó la mía.
-No me dejes tú también, prométeme que siempre estarás conmigo- abrí los ojos lentamente, su rostro estaba a escasos centímetros del mío.
-Te lo prometo- su respiración abrigaba a mis labios y estos se unirían de no ser por…
-Voy a revisar a la paciente- dijo un Doctor no muy alto, algo robusto y de cabeza calva, los pocos cabellos que poblaban su cabeza eran de un color níveo, llevaba una bata obvio de su profesión y le combinaba con su carente cabellera, entró interrumpiéndonos y puso su maletín en una de las mesas de la habitación.
-Joe, sal, quiero estar a solas con el Doctor-
-Pero…-
-El te dirá como me encuentro al final, ¿No es así Doctor?- me dirigí a él.
-Claro- aseguró.
-Esta bien- salió de la habitación y el Doctor sacó su estetoscopio, lo puso en sus oídos y comenzó a pasar el frío metal por mi pecho.
-¿Cómo te haz sentido estos últimos días?- preguntó sacando el artefacto de sus oídos y fijando la vista en mi rostro.
-Pues… me he sentido algo… rara, recientemente he tenido mucho cansancio, duermo mucho, hoy en la mañana mientras comía me llegaron unas ganas de vomitar, volví a dormir y desperté con la temperatura muy alta y actualmente me duele la espalda-
Asintió leve, arrugó la frente y se puso ceñudo. -Ya veo-
-¿Pasa algo? ¿Sabe lo que tengo?-
-Mira, no puedo decirte con certeza lo que tienes, pero te aconsejo que visites mañana temprano a mi consultorio, ahí podré consolidar que es lo que realmente tienes-
-Y… ¿No puede decírmelo ahora?-
-No quiero mentirte- del bolsillo de su bata sacó un papel rectangular y lo estiró para que lo tomara, así lo hice y me le quedé mirando confusa. -Si te parece aquí está mi tarjeta, tiene la dirección de mi consultorio-
Guardó sus cosas y antes de que se fuera pregunté:
-Doctor… ¿Tengo algo grave?-
-No lo creo-
-Bueno, ¿podría pedirle un favor?-
-Sí dime-
-No le diga nada a nadie, no quiero preocuparlos, yo les diré después, cuando valla a su consultorio y me diga que es lo que padezco… ¿Hecho?-
-Cuenta conmigo-
Sonreí y salió, como de rutina me quedé pensativa, si no era nada grave… ¿Qué era?...

jueves, 30 de julio de 2009

••Capitulo 78••

Ya no podía más, sentía que la garganta se me desgarraba y que mi estómago arremetía en mis adentros hasta el punto de querer sacarme los intestinos por la boca, e incluso los jugos gástricos recorrían mi parte bucal, la acidez y el ardor eran terribles, y llegaría el impacto nauseabundo, me contuve atrancando el mayor aire suficiente y obliterando el paso a la basca. Me paré de respingo atrayendo la atención de todos.
-Querida, ¿Estás bien?- preguntó Denise en una tonada melódica de desazón.
Asentí oscilante con la cabeza, y salí a trompicones hasta el baño, sin darme cuenta de que la única persona que aún rondaba por los pasillos obstruyó mi paso, me estampé contra su pecho y la cabeza me dio vueltas como si una pared se hubiera atravesado en mi carrera.
-¡Ey! ¡Ey! ¡Ey! ¿Dónde vas?- sus brazos rodearon mi cintura y su sonrisa se desvaneció al escudriñarme. -¿Te pasa algo?- indagó.
Deglutí la arcada, el sabor que provocó el atragantamiento me desabrió las papilas gustativas, era un sabor repugnante.
-Sí, sí- respondí, giré el cuello y saque la lengua pasando la mano por la piel que cubría la laringe y la frotaba en un intento por quitarme el mal sabor.
-¿Segura? No tienes muy buen aspecto-
-Solo necesito… entrar en la habitación, quiero descansar un poco-
-Te llevo- se ofreció, se puso tras de mi sin soltar mi cintura y me llevó caminando con él con pasos torpes, abrió la puerta y me recostó sobre la cama, me arropó con las sábanas y besó mi frente. -Si necesitas algo me hablas, estaré abajo-
Cabeceé y salió, cerró la puerta a sus espaldas, me levanté y corrí hacia el baño, las ganas por deshacerme de la bazofia seguían ahí y deseché tal vez con un gran alivio al perder lo innecesario de mi anatomía, pero si con el ácido en la boca.
Me estiré sobre la cama y me quedé dubitativa, sumida, inmersa como de costumbre en mis pensamientos. ¿Qué me pasa? Decía una y otra vez a mi mente, como si esta respondiera mis preguntas inclusive a las más difíciles de contestar, las que solo el destino te revelaba.
-¡Wow! Parece que el no comer acostumbró a mi organismo, ahora no permite que ingiera lo que es nada- articulé en un suspiro como un tranquilizante a mis especulaciones.
Fruncí los labios, mis ojos se iban cerrando paulatinamente, hasta que me apresaron y transportado al mundo de los sueños que últimamente frecuentaba…

Abrí los ojos ofuscados por el exceso de sueño, me senté sobre la cama, y exploré todo mí alrededor, como si fuera un lugar desconocido, uno en el que jamás hubiera estado, toqué mi frente y noté que solo con un toque transmitía lo caliente de mi piel, no era fiebre de eso estaba segura, me sentía “Bien” pero tampoco era normal, de nuevo dejé que mi mente me apaciguara con otro fundamento. -El estar tanto tiempo encerrada y cobijada me calentó lo suficiente- murmuré. Saqué las piernas de las sábanas y dejé que lo gélido del piso se adueñara de mi temperatura corporal, me puse de pie y me dirigí al ropero, busqué ropa y me cambié.
Al salir de la habitación admiré la casa como si me encontrara en una misión secreta, de la que no quisiera ser descubierta. Caminé y bajé las escaleras, miraba hacia abajo cuidando de pisar correctamente cada peldaño.
Llevé mí vista hasta la sala, y ahí todos estaban sentados, y hablaban a cuchicheos, furtivamente, el volumen de su voz reflejaba algo que escondían, sentí la picazón de reconcomio, bajé los pocos escalones de puntitas y me apoyé en la pared, los susurros eran confusos, así que agudicé mi sentido del oído y fueron más claros.
-¿Crees que sea conveniente decírselo?- musitó Paul Kevin. Una voz me recomendó seguir escondida, y creía que era algo que me involucraba y que era importante.
-Yo creo que no, está muy mal y esto podría empeorar su situación, su estado- opinó Denise.
-Aunque tampoco podemos ocultárselo, tarde o temprano lo sabrá y será peor, nos culparía a nosotros, merece enterarse, lo afrontará-
-Sí amor, estoy consciente de eso, pero… es un golpe duro, no es la ocasión-
-Estoy de acuerdo con mamá- intervino Joseph. -Esperaremos un momento más indicado para darle la noticia-
-Pobre (tn) esto si que la destrozará- dijo Nicholas, sí esa platica me apuntaba.
-¿Qué es lo que no quieren decirme?- protesté, las miradas de todos se mostraron sorprendidas…

martes, 28 de julio de 2009

••Capitulo 77••

Pasaron las dos semanas —Las más mortecinas de toda mi vida— en las que solo eran recibidas las malas noticias, o tal vez peor, noticias no existían, era lo que más pedía devota, una primicia de que ella estaba «Bien»…

Por fin se me había hecho el conocer a los «Famosos» hermanos de Frankie y Joseph, —Kevin y Nicholas— descubrí que no eran tan malvados como llegué a pensar en una ocasión tan… inolvidable.
Estuve habitando en la casa Jonas, con la idea de que solo era un estorbo y una molestia a la familia. Todos los días, sin falta visitaba mi casa, revisaba la contestadora, las llamadas recientes, pero al notar «Nada» era fácil decir que mi humor estaba derribado, alicaído, abatido […] La verdad estaba muriendo por dentro de la angustia que me atestaba el alma, ya nada era normal, la casa vacía sin la compañía de mí madre, me arrepentía de haber sido tan dura con ella…
Las oraciones más repetitivas por todo mundo era: «Tenemos que tener esperanza» «Todo estará bien» «La encontraremos» Sin embargo yo no albergaba ni un grano de conformismo y paz de mi alma, esa era una de las razones por las que me negué a compartir el techo con una familia que me alentaba, agregando la insistencia de Joseph por mantenerme ahí, rendida, procuraba no contagiarles mi tristeza, pero día con día era más arduo ese trabajo.
Mi cuerpo era más débil al correr de los días, la fatiga, el aturdimiento, el cansancio eran efectos secundarios, las siestas se alargaban y con ellas llegaba la etapa de ensoñaciones de zozobras que me hacían despertar de una forma oscilante.

-Buenos días- saludó Joseph recargado sobre la puerta, con la típica postura sugerente de su pie apoyado el la parte sólida, los brazos cruzados y la sonrisa más reluciente e ínclita de todas. Tallé mis párpados adormilados y me senté sobre el acolchado, tanteé imitar su sonrisa, pero sin ánimos solo era una mueca horripilante. -¿Bajarás a desayunar?- preguntó sentándose a mi lado y pasando el brazo por mis hombros.
-No tengo hambre- reproché.
-¡Ay! (tn) Tienes que comer algo, por eso estas tan exhausta, piensa que es por tu propia salud, ni a tu madre, ni mucho menos a la mía les gustaría verte tan necia en la alimentación, se nota que no conoces a mi madre- expresó irónico.
-Lo que menos quiero es causar problemas, ya hago demasiado con vivir aquí-
-(tn) ¿Cuántas veces te he dicho que eres bienvenida en esta casa?- regañó con una ceja enarcada.
-Miles- mascullé.
-Sí, así es, y miles de veces te he dicho que tienes que comer, no quiero una novia enclenque y escuálida- se burló.
-Tú ganas, vamos- dije al fin vencida.
Sonrió y se puso de pie, ayudándome a parodiarlo.
-Por cierto, ¿Te pusiste toda la botella de loción? Hueles demasiado exagerado- me quejé.
-¿Qué?... es… la misma cantidad de siempre-
-A mi no me parece- contradije y salí delante suyo, al parecer se había quedado confundido por… su ahora olor desmesurado.
Bajé las escaleras y me encontré con todos en el comedor desayunando huevos con tocino.
-Hola, ¿Ahora si nos acompañaras a comer?- preguntó Denise con una sonrisa.
-Me temo que sí, su hijo tiende a ser muy… persuasivo- respondí corrí la silla y me senté a un lado de Kevin quien me recibió con una cálida demostración de dentadura.
Denise se paró de su asiento y me sirvió una ración de comida.
-Aquí tienes- dijo pasándome el plato.
-Gracias- contesté, lo puse sobre la mesa y fijé una mirada timorata hacia el contenido, mi apetito había desaparecido y no porque la comida fuera un asco, al contrario era deliciosa para cualquiera que la tuviera enfrente, pero para mi no, en ese momento. No quería lastimar los sentimientos de Denise solo por caprichos míos y razones injustificables, tragué saliva y me llevé varios bocados a la boca, solo por gula, sin la disposición a ingerir alimentos, el nudo en mi garganta le impedía el paso por la laringe y sentía que pronto me atragantaría para devolver el estómago…

domingo, 26 de julio de 2009

••Capitulo 76••

-Gracias- respondí.
-Pero no se queden ahí parados, pasen, quieren algo de beber- invitó.
-Mamá, en realidad quiero hablar contigo, es un asunto… crítico- la voz de Joseph sujetó un tono bajo, casi un susurro, pensé que con eso quería evitar mi malestar, sin éxito, sin tino, claro estaba.
-Sí, ya creo saber de que me quieres hablar, ¡Ve nada más como tienes la cara! Llena de moretones y luego dices que no me crea lo de la mafia- cruzó los brazos, frunció los labios y con un solo ojo inspeccionaba su rostro.
-No mamá, no es eso, si no un asunto del que tengo que hablar contigo- me miró y volvió su mirada hacia su madre. -En privado- musitó, su madre tenía una mirada perpleja, Joseph la tomó del codo y la jaló. -Ya vuelvo- me avisó, asentí y pronto vi como se alejaban ambos hasta quedar sola en la casona, el silencio era copioso y por lo tanto no era una distracción para no sentir un dolor en el pecho, como una alternativa me abracé a mi misma y deslizaba mis manos por mis brazos del codo hacia el hombro de arriba hacia abajo, entornando los ojos.
Los minutos eran perennes, sentía como una estaca me atravesaba el pecho, estaba dominada por el aturdimiento absoluto, desde mis adentros podía escuchar frases que me enviaban sospechas y creencias de lo que podría haber sido un indicio cuando me dijo: »Perdóname si no he estado mucho tiempo contigo, pero tu sabes que te quiero, y pase lo que pase eso no cambiara«

-Tendremos que buscar unas fotos de tu madre, así nos será más fácil encontrarla… ¿Tienes verdad?- preguntó enarcando una ceja.
-Claro-
-Bien, vamos a buscarlas- caminó a zancadas hasta el auto, el camino era de nuevo taciturno y le abría las puertas a la melancolía, la congoja, todo un declive a al abismo de la desesperación y exasperación, ya no era una frase metafórica «Estar con los brazos cruzados» al contrario, así estaba de brazos cruzados esperando un rayo servible al incremento de esperanza y que con eso un milagro llegara.
Como un solaz me adentré en los recuerdos recientes e hice un rastreo desordenado por mi mente.
-Aún no me haz dicho como te llamó tu madre- le recordé adquiriendo un tono de exigencia.
Sonrió nervioso. –Por lo visto a ti no se te escapa nada-
Negué con la cabeza en señal de afirmación a su cuestionamiento. -Te llamó… ¿Adam?-
-Sí- aseguró mordiéndose el labio inferior.
-¿Por qué no me lo dijiste?- inquirí en un tono recriminante.
-Quería que lo descubrieras… como un sorpresa, fue muy pronto, pero ahora sabes que me llamo igual a… tu primer hijo… del fututo… con otra persona-
Lo comprobé, aposté por que mis oídos captaron ese nombre y ahora el proceso de cavilación estaba en marcha. « ¿Será que desde mi pasado, cuando fue mi presente ya sabría que lo conocería? ¿Qué esa era la razón por la que adoraba tal nombre? ¿Qué mi futuro ya estaba escrito? ¿Qué predecía que lo encontraría? » Una pregunta tras otra, cada una explicando que mi futuro dictaba ese nombre, que no solo era un gusto, si no un presagio…

-¿Cuántas cosas tienes aquí?- preguntó hurgando las cajas de cartón contenientes de álbumes.
-Mmm… no se, tantas cosas que no desempacamos- repuse hojeando el álbum en el que según yo encontraría la foto de mi madre. -¡Eureka!... La encontré- la saqué del plástico adhesivo que la protegía y la tomé.
-Déjame ver- pedió, se la entregué y la cató. -Sí, ella es la misma mujer del hospital, ¿Sabes? Su rostro tiene esa chispa de alegría, podría decir que es una persona que hace referencia a «Todos tenemos un niño dentro»-
-No te equivocas, ella es una adolescente… es mi mejor amiga- sentí como un líquido fue instilado de mi lagrimal que patinaba por mi mejilla…

miércoles, 22 de julio de 2009

••Capitulo 75••

-Bien, llegamos- suspiró y se abigarró sobre el asiento, estirando sus manos que tomaban al volante sutilmente.
Cerré los ojos y fruncí los labios.
-No creo que sea muy conveniente conocer a tu familia en estas condiciones, no me siento tan bien como para comportarme amable y con una gran sonrisa, no podría ni fingir- opiné desanimada.
Salió de su posición y se encorvó para clavar su mirada castaña en la mía. -Pues finge, no pienso dejarte… muéstrame esa sonrisa- pidió.
-¿Cómo piensas que sonría con esta pena en el pecho?-
-Solo inténtalo-
Curvé las comisuras de mis labios hacía arriba, creando lo que se podía llamar “Sonrisa” la más pusilánime de mi vida.
Su mano tomó mi mandíbula y acarició con su pulgar mi mullida mejilla.
-La encontraremos, confía en mí, mis padres sabrán orientarnos mejor- aconsejó torciendo su leve sonrisa.
-Esta bien- acepté finalmente.

Sus dedos se cruzaron en los míos y juntos pasábamos el edén, eso me recordaba a la primera vez que había venido a esa casa, el tomando de mi mano y adentrándome al inmueble, mientras yo me maravillaba con la variedad de colores naturales, oriundos, que solo la naturaleza podía tener, incomparables a cualquier cosa preciosa en el mundo. Y bueno con la compañía de un Adonis mejoraban mi caminata por el paraíso de ensueño.
-¡Mamá, ya llegué!- avisó a pregones ensordeciendo mis oídos por el eco de la gran estructura.
En seguida una mujer salió casi galopando elegantemente por las escaleras con una agilidad con la que yo no contaba, pues en la primera visita no me había ido muy bien el recorrido por los escalones, e incluso ver el donaire con el que descendía casi danzando me daba envidia.
-¡Joseph Adam Jonas Miller! ¿Dónde te haz metido en estos días? ¿Te crees el dueño de la casa o que?- reclamaba ella. Sus facciones eran delicadas, y sencillas, pero el regaño le fruncía el ceño, y era sorprendente el que su belleza no se espantara con el enojo, pues no toda persona es linda cuando esta enfadada. Y con eso me refería a mí, odiaba como se ponían rígidas mis facciones al estarlo, sin embargo el enojo era algo inevitable, asimismo creía incapaz que una persona por lo más «Pacífica» que dijera ser fuera excluida de este sentimiento con el que todos vivimos.
Y dejando de otro lado a los enojones, me pilló desprevenida el nombre que pronunció la mujer —Suponía era su madre — ¿Escuché bien o… de plano ya estaba destinada a vivir en un manicomio?
-¿Cómo te llamó?- mascullé inclinando la cabeza para que me entendiese con más osadía.
Me miró con el rabillo del ojo y se limitó a callar.
-Me haz tenido con la angustia, el domingo solo llegaste, te cambiaste y ¡Puff! Desapareciste- regañó, sin notar mi presencia. –Y creo que me debes varias explica…-
-Mamá- le espetó Joseph y con las pupilas le indicó mi dirección a su costado.
-¡Oh! ¡Perdón! No me di cuenta de que estabas aquí, es que estar enojada con este hijo mío me abstrae de todo- farfulló con una sonrisa igual de fulgente a Joseph —Definitivamente: Madre e hijo — -Mucho gusto, Denise… y ¿tú eres?-
-(Tn) Johnson- respondí afable y sincera, ya no era bigardía mi actuar, simplemente muecas y tonos amables y nacientes de mí.
-¡Wow! Cuando Joseph me dijo que traería a alguien no pensé que fuera un linda amiga-
Joseph afinó la voz. -Mamá, (Tn) es mi novia-
-¡Más sorpresas! ¿Qué pasó con la tal Allison?- sentí un retorcijón en el estómago al escuchar su nombre. Y tenía una tesis del porqué la madre de Joseph la había mencionado, y esa era que: Yo no le había agradado.
-Mamá, eso ya se acabó- replicó gravoso y casi en un gruñido.
-¡Enhorabuena! Esa chica si que me caía mal, no se que le viste, yo, como tu madre, te digo que no te convenía para nada- me sorprendió su respuesta, esperaba algo peor, un desapruebo. –Pero a lo que veo, (Tn) es una buena elección- me examinó de pies a cabeza empuñando la mano y colocando su pulgar por debajo de la barbilla asintiendo con una sonrisa…

martes, 21 de julio de 2009

••Capitulo 74••

Me apartó de su pecho tomando de mis hombros y tomó mi mano, dio media vuelta y me tironeó hasta el estacionamiento. Me abrió la puerta del auto y se giró para adentrarse en el, con dificultad encastró la llave en el switch de ignición debido al enojo, ladeó la llave, encendió el motor y emprendió la partida.
Contemplaba su rostro crispado, contuso y mancillado de sangre, esta ya empezaba a coagularse dejando patente el cambio de tono morado en su piel morena.
-¿Te encuentras bien?- interpelé.
-Sí, no es nada grave, no es para preocuparse, solo son unas cuantas heridas- el matiz de su voz era sombrío, más con esa mirada directa al camino.
-Claro que si es grave- aseguré. -Mira nada más como te ha dejado-
-Eso no importa ahora, si no como te sientas tú, me refiero en el interior… ¿Qué es lo que piensas?-
Vacilé. -¿Qué mas podría sentir?... sino culpa, por una parte tiene razón, tú y yo, principalmente yo le mentí, le dije que jamás seríamos nada, pero porque en ese tiempo, quiero decir, hace unos días estaba ciega… y… fui tan tonta por no darme cuenta que en realidad te amaba a ti… y lastimé sus sentimientos por ser tan… necia, tan… orgullosa, no me detuve a… estudiar las consecuencias… y ahora… mírate, ambos están así, ¿Y todo por qué? Por mí-
-Te equivocas, no todo recae en ti, yo sabía sus sentimientos hacia ti, y aún así me aferré y no me rendí… ahora me dio cuenta que he perdido un amigo y ganado al mismo tiempo a la persona que más amo…- su rostro se volvió a tornar colorado de ira. –Y si no hubiera sido por razones más fuertes, le hubiera roto la cara, por atreverse a humillarte frente a todos- advirtió, su posición me daba terror, que era lo que todo yo causaba, solamente problemas, rompía relaciones, amistades, ¿Qué mas seguía?
-Joe, yo no importo, no puedes hacer eso a tu amigo solo por mí, no puedes pelear como si fuera un objeto al cual ganar y restregarle en la cara que lo conseguiste, no quiero causar más daños- sostuve firme. -Solo vayamos a mi casa para curarte esas lesiones- protesté.
Acató mis indicaciones y llegamos a mi casa, albergaba las esperanzas de encontrar el coche de mi madre en el garaje, pero todo seguía en orden, lo hice pasar, se recostó en el sillón y con un trapo limpié las heridas, el ojo izquierdo lo tenía mas morado que las ojeras que aparecían después de innumerables noche de desvelo y con un filete de carne logré deshinchar el moretón.
-¡Ay! Sé más cuidadosa me duele- se quejaba.
-Aguántate ¿Sí?, no querrás que tu madre te vea así, le dará un infarto- y tal como una evocación el teléfono móvil de Joseph comenzó a vibrar dentro de sus pantalones.
Lo sacó y contestó.
-Sí… ¿Mamá?... he estado resolviendo asuntos importantes… sí, sí, sí, ya sé, entro y salgo por la casa sin permiso… no mamá, no estoy involucrado en la mafia… iré en cuanto pueda- apartó el teléfono de su oído y desde mi sitio pude oír el grito más estrepitoso desde la línea contraria, Joseph solo apretó los párpados y una vez libre de sonidos estridentes lo acercó a su oreja. -Esta bien, iré pronto, pero te aviso que llevaré a alguien a casa- abrí los ojos como platos. -Siempre te quejas porque no te aviso, bien ahora te lo digo… para la próxima te avisaré con un mes de anticipación, así podrás arreglar la casa sin presiones… adiós- colgó.
-¡Oye!- le di un manotazo en la cabeza.
-¡Auch! Recuerda que estoy herido-
-¡Estas loco!... ¿Cómo se te ocurre llevarme? Primero te quedas acá toda la noche del sábado y domingo y después llegas todo golpeado. ¡¿Qué pensarán tus padres de mí?!- reclamé.
-(Tn) no quiero dejarte aquí ¿Sí?- tomó mi rostro entre sus manos. -Tu madre no está y no quiero dejarte sola y que hagas algo peligroso, allá en mi casa pediremos consejos y ayuda y tal vez contratemos un escuadrón de búsqueda-
-Yo no quiero causar molestias-
-Velo como la única opción que tienes, no sabemos que hacer en estos casos-
Cavilé y llegué a la conclusión de que tenía razón, sobre lo último, pues no creía cometer de nuevo otro error «De los errores se aprende» era la primera frase que me llevaba a tomar conciencia de mis actos y me molestó un poco que me prejuzgase de esa manera.
Insistió, y sin pensarlo ya íbamos en camino hasta su casa, las emociones eran inagotables en esas etapas de mi vida pues entre todas reinaba el desasosiego, como súbditos estaban los recelos, la suspicacia y los nervios que me carcomían…

lunes, 20 de julio de 2009

••Capitulo 73••

Solo una pregunta basaba mi enojo: ¿Por qué me había mentido?
No podía apresurarme a sacar conclusiones inciertas, pues otra opción era que algo podría haber pasado de camino al colegio… pero el tramo no era tan prolongado y noticias hubieran surgido de inmediato, pero no fue así…

Joseph fue mi comitiva durante toda la noche, custodió mis sueños acariciando mi cabello, en el mismo sillón y como el efecto de un sedante logró hacerme dormir a pesar de mi aturdimiento de la voz atronadora que anunciaba la mala presunción a un hecho que mi conciencia dictaba segura y esta a su vez me pedía salir y buscar a mi madre ausente…

La mañana volvió a presentarse, pero no mi madre, Joseph y yo decidimos asistir al Colegio y no como cualquier día de clases, sino para cerciorarnos de que mi madre nunca estuvo ahí. Condujo, en todo el camino trató de animarme, abría la boca y volvía a cerrarla, pues sus palabras se aglutinaban creando un gran nudo, y tal vez estaba consciente de que serían intentos fallidos por lograr alzarme el ánimo…
En cuanto aparcó el auto, abrí la puerta y salí corriendo sin esperarlo a él, todos los estudiantes me miraban recorrer los pasillos y sus mentes o habladurías a mi espalda dirían: «Esta loca» Eso era lo que menos me importaba en la vida «Que pensarán los demás de mi» y mas aún con mi preocupación.
Entré a la oficina del Director tirando la puerta a patadas, el hombre logró exaltarse por mi sorpresiva llegada.
-¿Pasa algo?- preguntó curioso, enarcando una ceja represiva.
-¿Sabe algo de mi madre?- dije agitada.
-Sí… se que es una impuntual, creo que fui muy claro cuando le indiqué los horarios de los docentes- repuso estricto.
-¿Quiere decir que no asistió?-
-Exacto, y quiero una explicación, ya si no es de ella, tengo que escucharla de usted, pero razonable-
Inspiré. -Verá, desde el sábado que no la veo, me dijo que vendría aquí por unos asuntos, y no ha vuelto, la he llamado a su celular y después a la Institución pero no hay rastro de ella y precisamente quiero saber si usted no sabe algo, su paradero o una señal-
-Señorita, estamos iguales, si usted no sabe nada, mucho menos yo, su madre será impuntual, pero no irresponsable pues jamás he visto que tenga algún retraso con su trabajo que la obligué a venir en un fin de semana-
Sentí como el aire de mis pulmones se extinguía, ahora ya era una comprobación: Mi madre me había mentido. Mis ojos se tornaban cristalinos, pues ya se añadía otra cosa más a mi preocupación, la decepción.
-Muchas gracias por su información, creo que…-
-Espere- interrumpió colocando su dedo índice junto a su oído como si este actuara al igual que una antena satelital que le agudizara la audición. -¿Qué es eso?... pareciera que hay un combate ahí fuera- tenía razón, gritos se escuchaban, y las voces eran las mejores grabadas en mi álbum mental.
El Director abrió la puerta y frente a nuestras caras nos encontramos con un altercado entre Joseph y… Jason.
-¡Soy un imbécil por no haberme dado cuenta antes!- gritó iracundo Jason tomando a Joe de la camisa. -¡Me engañaste! ¡Y lo hiciste sabiendo lo mucho que ella me gustaba!- reprochaba.
-¡Déjame!- ordenaba Joseph, en realidad, él ni yo teníamos nada en nuestra defensa, solo la frase de: «En el corazón no se manda» y en ese momento yo estaba patidifusa, ellos no se percataron de que miles de pares de ojos los observaban, entre ellos los míos y los del mandatario.
-¡Evans suelte al joven Jonas en este instante!- intentó mitigar, pero no hicieron caso.
-¡¿Sabes que es lo peor?! ¡Que eras mi mejor amigo y no te importó!- terminada su frase empuño su mano y la incrusto en el rostro de Joseph con una fuerza paranormal que le hizo sangrar el labio, pero este no se quedo inerme y lo tundió por el rostro dejándolo en la misma condición. Pronto comenzó la guerrilla, uno a otro se golpeaba. El Director parecía emocionarle la contienda pues observaba con atención. Parpadeé y salí de mi lance y me interpuse entre los dos dándole la espalda a Joseph e inclinando mis brazos hacia atrás creando una cerca de protección contra el cabreado de Jason.
-Tú también eres una mentirosa, una falsa, una…
-¡Jason, calla!- silenció Joe quien acumulaba mas coraje.
-Joe, déjalo… que diga lo que quiera, tiene razón… desahógate Jason- pedí.
-Allison decía la verdad, creí en ti, en la persona equivocada, y yo te dije que si hubiera sido cierto, como ahora lo veo, lo mataría, y eso es lo que quiero hacer, no te haría nada a ti, pero sabes que cuentas con mi odio, nunca se los perdonaré- su voz se quebraba. -¡Que afortunado eres! ¡Que bien que te haya escogido a ti! ¡Harán una hermosa pareja de traidores!- ese fue un golpe bajo, una puñalada en el pecho, pero me lo merecía y estaba totalmente de acuerdo de que esa palabra no era mas que una referencia exacta. En cambio a Joseph le enfureció, yo era más débil que él por eso traspasaría mi muro pero le impedí que volviera a reñir abrazándolo y recargando mi rostro en su pecho. –Por favor, ahora no, no en estas condiciones, hazlo por mí, por mi madre desaparecida- rogué, su mano acariciaba mi espalda, pero estaba segura que su mirada colérica se enfocaba en Jason…

viernes, 17 de julio de 2009

••Capitulo 72••

Cada ojeada que daba al reloj era vana, pues el rechinar de la puerta al abrirse, pasos estrepitosos, gritos de desmedida alegría o excentricidad, eran solo sonidos que esperaba mi ansioso tímpano atrapar.
Sentada sobre el césped de mí casa, acompañada a la soledad, cortaba desesperada, mortificada, una a una las hojas de hierba del verdoso alfombrado […] Los minutos avanzaban y pronto dejaría que mi jardín retomara o fuera reemplazado por la palabra que le haría una adecuada alusión: «Terrenal» originado por mis traviesas manos que solo calvaban la superficie.
Me levanté de un salto al escuchar como el motor de un auto reposaba a las afueras de mi casa.
-¡Mamá!- chillé, raudamente volví a recaer mi peso en mis piernas y salí embalada hacia la puerta. Tal fue mi sorpresa al encontrarme con una persona completamente desigual a mi madre, la persona que amaba estaba a pie de mi puerta con una impecable sonrisa y con un cambio de ropa que le asentaba a la magnificencia.
-Bien… ¿Qué te parece?- preguntó dando una ligera vuelta que solo hizo ampliar la dispersión de su significativo aroma. -¿Te parece formal para una presentación?- agregó aguijoneando la pompa en la que viajaba totalmente ensoñada.
-Te ves guapísimo- sonrió. -Pero…- pronuncié sin aliento.
-¿Qué?... ¡Claro! Nick tenía razón, parece que vengo a pedir tu mano-
-No es eso… mi madre no ha llegado, ni siquiera ha llamado, ella no es así… ya me habría avisado-
-¿Y ya la llamaste tú?- inquirió.
-No, no lo había pensado, ven- jalé de su brazo y lo introduje dentro de la casa hasta la sala, lo senté en el sillón casi a empujones y tomé el auricular, oprimí los números con rapidez. -¡Tonto teléfono!- maldije, pues el molesto sonido no aparecía, lo golpeé varias veces pensando que era este el que no funcionaba, pero la mano de Joseph me detuvo.
-¡Eh! Tranquila, el teléfono no tiene la culpa, ¿Qué sucede?-
-Es que no suena- gimoteé.
-¿Como?- dijo sin comprender.
-Sí, marqué el número, pero no se escucha ese irritante pitido cuando avisa que esta timbrando el móvil contrario-
Me miró incrédulo. -Eso es raro, tal vez está apagado- supuso. -Bueno, llama al Instituto- sugirió con voz apacible.
Colgué el teléfono y volví a marcar, me sentía culpable con el inocente teléfono, pues me percaté de que esta vez si sonaba. Después de diez campaneos respondieron.
-Sí, diga- contestó una voz ronca, la reconocida voz del conserje.
-Bueno, mire llamo para preguntar por la profesora Johnson-
-Primeramente, ¿Con quien hablo?-
-Con su hija, ¿Ella esta ahí?- pregunté afligida.
-Lo siento, pero ella no esta aquí-
-Pero, ella se dirigió para allá precisamente ayer, dijo que resolvería algunos asuntos-
-Señorita, se equivoca, su madre no estuvo ni ayer ni hoy aquí, usted debió haber escuchado mal sus indicaciones-
-Pero…-
-Señorita, por si no se ha dado cuenta, está interrumpiendo mi trabajo y no sabe cuanto me falta de limpiar para que mañana vuelvan esos jóvenes o animales, mejor dicho, a despreciar mi arduo trabajo, ahora si me permite, adiós- dijo gruñón dejándome con la palabra en la boca y cortando la llamada.
-¿Qué paso?... ¿Si estaba ahí?-
-No- respondí con un hilo de voz.
-Quizás confundiste sus palabras cuando te dijo a donde iría y…-
-¡Joe! ¡No soy ninguna imbécil! ¡Escuché perfectamente cuando me dijo que iría a la Institución!- vociferé, mi preocupación me había llevado a un descontrol de mi cambio de humor perdiendo la cordura y humildad hacia las personas, y en este caso a Joe, quien no tenía la omisión.
Me senté dejándome caer e incluso sentí como en el interior del sillón rebotó. Presioné las sienes con mis manos, agaché la cabeza y apreté los dientes.
-Perdóname, es que todo esto me pone mal, el no saber donde está mi madre, con la alarma de que no se donde se encuentra, como está, si no le paso algo… en verdad perdóname, no quise tratarte así-
Se acercó a mí y tomó de mis hombros inclinándome hasta él y recostando mi cabeza en su regazo…
-La encontraremos, ya verás y en cuanto pase eso le darás un gran escarmiento por no avisarte- animó, pero yo dudaba, algo en mi interior me clamaba que algo no estaba en su lugar, una corazonada…

miércoles, 15 de julio de 2009

••Capitulo 71••

Caminaba casi a hurtadillas por los pasillos, en los que no existía la figura materna disgustada, una mirada acechante, aterradora, sombría, ni una sonrisa tonta de una madre desinformada y profana de las acciones ilícitas de su hija, la cuál comenzaba a dudar si en verdad era lo suficiente madura para convertirse en una mujer…

Dejé atrás los pensares negativos que solo me traerían contriciones. Abrí cada puerta escudriñando el interior, pero solo me encontré con la soledad, tragué saliva y giré el picaporte de su habitación donde creé la idea de que su cuerpo agotado estaría reposando en su cama, mi suspiro de alivio se comprimió al notar lo intacto que permanecía su lecho.
-¿Paso algo?- dijo una voz que me sobresaltó, me giré con una expresión pálida.
-No vuelvas a asustarme así y te dije que no salieras de mi alcoba- le increpé.
-Lo siento, pero como no oí los gritos de nadie, decidí inspeccionar y ver si tu madre no te habría asesinado ya- chanceó.
-Es que… no está, ya busqué por todos lados y no la encontré, ve- braceé mostrando la inmaculada habitación. -No durmió aquí… y es extraño porque… me dijo que solo iría a resolver «asuntos de la Institución»- dije atosigada y un tanto prudente.
-Relájate, tal vez la tormenta la obligó a quedarse- opinó, era un buen argumento, solo que no era bastante convincente, solo en mi ser, un mal augurio.
Sacudí la cabeza para expulsar mis ideas exorbitantes y sonreí coqueta.
-Eso es algo que no se ve todos los días- determinó inexpresivo.
-¿Qué cosa?-
Parpadeó constantemente como si tratara de salir de un trance. -Eso, tu sonrisa, nunca me regalaste una así- se quejó.
-¿Por qué no te gusta?... ¡lo sabía! Nunca he sido buena para seducir con estúpidas sonrisitas, suelo ser tan cuantiosa en ese sen…-
-Shh…- mitigó colocando su dedo en mis labios. -Me encanto- repuso dejándome inmersa en la perfección de su rostro, y aún mas con esa bruñida dentadura.
-¡Oh!... ¿Enserio?- sonreí de nuevo de la misma forma, pero ahora cercando su cuello con mis brazos.
-Claro, en el arte de la seducción, tú eres la experta, simplemente una tentación- halagó ¿Qué más podía pedir? […] Era poco decir que sus ojos eran tan hondos y descomunales.
Como la pieza de un rompecabezas acomodó sus labios en los míos inmóviles y los entreabría incitándolos a aceptar su proposición al baile brutal de interacción.
Se sentó en el colchón y me colocó en su regazo, sus manos acariciaban mi vientre por debajo de mi blusa.
-Es mejor que te vallas- pronuncié jadeante en sus labios. -Mi madre llegará y no quiero que esta sea su primera impresión, no tendrá un buen concepto de ti- dije y me separé de él.
-Esta bien… mudaré de ropa, no es muy agradable usar la misma del día anterior, pero regresaré y me presentaré formalmente con tu madre como tu…-
-Joe, pero tú y yo no somos…-
-¿Quieres ser mi novia?- preguntó agazapándose y tomando mi mano.
Reí y rodé los ojos. -¿Siempre eres tan inoportuno?-
-¿Quieres o no?- instó.
Me hinqué para quedar a su nivel y me le lancé con un beso corto pero igual profundo.
-¿Tomo eso como un sí?-
-¿Tú que crees?-

Desayuné, y subí a mi cuarto, y me deshice de todo lo que pudiera delatar que había dejado la castidad, aunque las sábanas con el perfume de Joseph pringado en ellas era el único recurso que mi madre podría olisquear para enterarse del acto ilegítimo, las cambié y las arrojé al cesto de ropa sucia…

El tiempo pasó y fue más que suficiente para deshacerme de las evidencias, las horas pasaron, pero mi madre no volvió y eso comenzaba a amotinar recelos…

martes, 14 de julio de 2009

••Capitulo 7O••

-En el camino, mientras conducía, hablábamos, era una persona a que le gustaba esquematizar su proyecto de vida y precisamente sobre eso parloteábamos-
-¿Así que planeaban una vida en un futuro… juntos?-
Sonreí y dentelleé en mi labio inferior. -Algo así- -Ya teníamos el nombre de nuestro primer hijo- solté una risotada discreta.
-¿Y como le pondrían?- preguntó.
-Pues a el le gustaba Jonny, como él, pero sinceramente no me agradaba ese nombre, sino otro que me encantaba por una razón ignota, simplemente sentía que así debería llamarse, Adam-
-¿Cómo? Es que creo que se me taparon los oídos-
-Adam- reiteré.
-¡Wow!- expresó anonadado. -¿Por qué ese nombre?- dijo ávido.
-Pues como te lo dije, no era por que así se llamara alguien en especial, por ejemplo el típico amor platónico o tu artista favorito, no sabía, ese nombre llamó mi atención- me quedé ensimismada. -¿Por qué lo preguntas?- levanté la barbilla y capturé su mirada conteniente aturullamiento.
-Curiosidad, solo eso- restituyó. -Pero prosigue, que pasó con su plática-
-Quedó inconclusa, giré mi cabeza y me encontré con dos faros, venían hacía nosotros, le advertí, trató de esquivar el trailer girando con agilidad el volante, pero era demasiado tarde, no lo logró- sentí como el tono de mi voz se quebraba y mis lagrimales producían una capa transparente y húmeda. –Desperté, no con una buena imagen a los ojos después de aclarar y afinar mi vista, estaba ahí, postrado, a pesar de las heridas y de lo alicaído que estaba mi cuerpo llegué hasta él, dispuso de un gran empeño para dedicarme solo unas palabras… y…- entrecortaba mi voz, y el flujo nasal y acuático salado ya se dejaba rastro en mi rostro, pronto sentí como el brazo de Joseph me oprimía aún mas a su pecho.
-Tranquila- apoyó.
-Murió, después en el hospital me enteré de que efectivamente, habíamos chocado con un trailer y volcado en la carretera, como también se derrumbaron mis esperanzas y suplicas de que solo hubiera sido un mal sueño, una pesadilla, lo caté por última vez, y me convencí de que estaba en mi cruel realidad, y sin pensarlo, cometería la locura de quitarme la vida- exploté en llanto.
-Ya todo pasó, ahora estás conmigo y te juro que siempre estaremos juntos, que siempre estaré a tu lado, que nunca te faltará mi compañía, ni mucho menos mi amor- levantó mi rostro cabizbajo y con sus pulgares borraba las líneas y reservas de mi dolor manifestado en una acción.
-Te amo- barboteé, su mano subía y bajaba por mi espalda destinándome calor y confianza.
Cerré los ojos e inhalé el aroma que emanaba su piel, deleitable, grácil, agradable…

Vestida, arreglada y con una ampliación insigne de mí sonrisa, miraba por el ventanal, esperando a que Joseph saliera la ducha, cuando sus brazos húmedos enroscaron mi cintura.
-¿Tienes algo de ropa?- musitó incontinente en mi oído.
Sonreí y giré el mi cuello, pero mi sonrisa se desvanecía. -No, jamás hubo un hombre en la familia, mi madre me dijo que mi padre había muerto antes de que naciera, y pues… no, no creo que haya algo que pueda prestarte-
-Mmm… creo que tendré que usar lo mismo que ayer- anunció desanimado.
Me soltó y tomó su ropa regada por todo el piso, era fácil admitir que la escena de la toalla cubriendo de su cintura para abajo era bastante tentadora.
Dejé salir una risa ahogada. -Mi madre estaría furiosa si te viera aquí, en mi habitación con esa escasa tela tapándote- le burlé, pero no mencioné más que un recordatorio con esa frase que incluía la palabra referente a la persona que me exaltó. -¡Mi madre!- grité. -¡Joe! ¡Y si nos vio! ¡No puede ser! ¡Me va a matar! O… o es tan rara que no me imagino que teatro me haría-
Joseph estaba afónico.
-Tranquila (tn), tranquila- me calmaba a mi misma inhalando y exhalando. -Joe, espérame aquí, no salgas por nada del mundo y si oyes la voz de una mujer depravada, enojada, colérica, escóndete- le indiqué.
Giré el picaporte de la puerta y salí arriesgándome al peligro de una madre furiosa, y si por suerte no lo estaba y no había visto o escuchado nada, sabía que yo no podría disfrazar mi nerviosismo y de una manera u otra con su mirada de presión me sacaría la verdad…

lunes, 13 de julio de 2009

••Capitulo 69••

Las zancadas que reproducían sus piernas nos enhilaron hasta la periferia del colchón, en el que reclinaba a mi cuerpo como un objeto de valor o una figurilla de terracota dezlenable […] Así de sus mejillas y llevé sus labios a los míos para amonarse de su aliento edulcorado, envinado alienante; y tal como la cocaína o cualquier producto adictivo me pedía más, su lengua contendía contra la mía y en vez de vituperarla le dictaminaba el reto a demostrar su fuerza. Rendida ante su resistencia e impecabilidad le brindé el triunfo.
Roté mi cuerpo boca abajo, recorrí mi cabello y dejé que mi espalda descubierta fuera otro de sus centros de ataque, besó mis hombros y bajó en línea vertical por mi columna para retornar a mi cuello en un deslizamiento de su labio inferior en contacto con mi piel que me enloquecía, gimoteaba constantemente gozándolo.
Nuestros cuerpos estilaban la transpiración por causa al forzoso trabajo de agitación.
Volví a enfrentarlo, nuestras miradas tenían un letrero con la palabra denuedo en ellos, capturé sus labios con un efecto lujurioso… por última vez […] Nos desposeímos de nuestras últimas prendas, tomó de mi cadera, de pronto fui invadida por una sensación nueva cuando lo sentí penetrar en mi, el dolor de a poco se apaciguaba mi ser abriendo y donando un techo al placer. Gemía entre sus labios, enterraba mis uñas en su corpulento dorso, destocaba con mis dedos su sedoso cabello, mordía mi labio inferior, engurruñaba las sábanas, todo para controlarme y cohibir el deleite…

Hicimos el amor en una noche procelosa, siendo como refrendadores al más puro sentimiento: el silencio, la lobreguez, el goteo vehemente, los torrenciales vientos que percutían los cristales, y la luz despabilada de la Luna que escoltaba nuestra faena. En la que cada rayo luminoso de la descarga se escabullía por el ventanal esclareciendo nuestros cuerpos desnudos, escuetos, entoldados por las sábanas blancas…

Desperté en una postura donde mi cabeza se abigarraba en su coracobraquial mórbido ensanchado en toda la extensión del almohadón, la otra mano de su brazo opuesto se mantenía posada por encima de la sábana en mi cuadril, mis extremidades embrazaban su cuello […] sus parpados se encontraban sosegados, me moví con cuidado, corrí mi rebelde cabello de mi cara para evitar que las puntas le provocaran un cosquilleo que lo despertase, me acerqué a él y deposité en sus labios un corto beso, asemejando la escena en que el príncipe besa a Blancanieves, solo que ahora en viceversa, la princesa besaba a su perfecto hombre para despertarlo de un profundo sueño, el guión del cuento había cambiado rotundamente, no solo en la alteración del orden del sexo besuqueador, si no que el príncipe no abrió los ojos, era un completo perezoso, y sus sueños se resguardaban en una esfera de acero.
Lo vapuleé y refunfuñé al no tener su respuesta, me senté en el colchón cubriendo mi pecho con la sábana, con un brazo impulsé a mi cuerpo ponerme de pie, pero una mano tibia me detuvo, era mas que obvio, Joseph despierto, atrajo a mi cuerpo jalando bestial de mi brazo y me hizo caer de nuevo a su lado.
-¿A dónde ibas?- preguntó rozando mi mejilla con el dorso de su mano, y sonriendo encandilando mi vista con su nívea dentadura.
-No despertaste, ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Que te observara dormir como un querubín? Eso era aburrido- carcajeé.
-A mi no me importaría estar horas contemplado tu bello rostro dormido-
Me ruboricé ante su comentario.
Mi mirada blanqueó al techo, suspiré profundo, y dije:
-Jamás imaginé que haría esto- pausé. -Me entregué a ti la noche anterior, y no me compunge por que ahora se que te amo, que tu me sacaste después de tres años de esa tonta idea de no volver a amar-
-O sea que… ¿Hace tres años tuve un antecesor?- inquirió.
Fruncí los labios con una sonrisa exigua. -Sí, Jonathan- respondí.
-Cuéntame de él, ¿Qué paso?- pidió encarecido y su voz tenía un dejo de intriga.
-Pues… el era dos años mayor que yo, en ese tiempo tenía trece, era una niña, prácticamente estaba en la etapa de la pubertad en la que apenas desvendaba los ojos de los juegos de niños y desarrollaba las hormonas… nos conocimos el día en que mi madre me exigió ir al centro de correo por una entrega equivocada, era un empacador y…-
-¿Lo insultaste? Digo, como a mí, cuando te iba a arrollar- risoteó.
Mi sonrisa se borró memorando ese día. -¡Oye! Yo no te insulté, ¡Tú lo hiciste! Ni siquiera te importó mi estado- reclamé.
Rió entre dientes. -Esta bien, perdóname, actué por impulso- se excusó.
-No, le pedí ayuda para orientarme entre el constante movimiento del lugar y muy amable me socorrió, surgió la química, comenzamos a salir, crecimos al igual que nuestro amor… ya cuando tenia quince y él diecisiete organizamos con anterioridad una salida, al campo, el día llegó y estaba inquieta por ir al aire libre, el insistía que nos quedáramos en casa, pero yo no encontré ningún motivo para posponer el paseo, el cielo estaba despejado, el sol irradiaba como nunca y las colinas estaban verdes, ¿Qué mas podía pedir? le rogué y conseguí convencerlo a emprender nuestro camino a la libertad… pasamos una gran tardeada, pero, de regreso… ocurrió lo peor…-

sábado, 11 de julio de 2009

••Capitulo 68••

El sonido de sus pasos matizaba con la tonada que interpretaba la lluvia, solo un clarividente sentido de la audición podía percibir su proximidad.
-¿Cómo podría odiarte?- musitó flirteando en mi oído. -Te amo, y eso es más imponente que cualquier otra cosa-
-Oh, Joe, te pregunto si me odias como una persona desconocida, no como la que conoces y dices amar-
Sonrió, arregló un mechón detrás de mi oreja y atenazó mi rostro entre sus palmas fijando mi vista en la de él.
-Todos cometemos errores, es bueno arrepentirse, a tiempo… fue parte de tu pasado, quedó atrás… ¿Sabes? venero el ser tan curioso, si no hubiera dado esa paseo jamás te hubiera encontrado y tal vez… ya no estarías aquí, conmigo-
Mis ojos se tornaban cristalinos e impetuosamente lo abracé, imitó mi acción, refugié la cabeza en su lozano pecho, sus nervudos brazos creaban un caluroso ceñir. La protección surgía en esa acogida y su camisa estaba empapada de salinidad hidrológica originada por mis lagrimales.
-Joe…- farfullé.
-Dime-
Alcé la cara y creé un lazo visual, sus pupilas e iris rutilaban, en ellos podía reflectar mi rostro tal como un espejo.
-Te amo- tres sílabas que por primera vez eran dedicadas a él henchidas de franqueza.
El esbozar de éxtasis en sus labios se denotaba dejando a entrever su reluciente dentadura.
-No puedo creerlo- dijo entusiasmado.
-Creedlo, te amo con todo mi corazón y te lo diré todas las veces que deseéis, al fin se que las raíces que emergieron de él están dando un follaje flagrante-
Besó mis labios acariciando de modo circular mi mejilla incrementando la terneza, delicadeza, suavidad, la dulzura y concluyendo con el más destacado, trascendente, sublime, el elemento del amor, el que me azuzó para ejecutar el prurito para atestiguar la certeza de mi sensibilidad
-Quédate conmigo- musité. –No me dejes sola… hazme conocer que me amas, quiero pertenecerte- transigí cautivada.
Mi directriz fue atendida de inmediato y tomada como una volición, no aguardó escuchar o pronunciar explicaciones o refutaciones, entró en un estado que poseyó el autodominio de alma, controlador corporal, hormonal, y el subidón de la producción esquizofrénica de estrógeno. Inopinadamente se atizaba, embauló tortuosamente a mis rebordes, con gazuza desbordante, para mi era una dosis de instilación al deseo más recóndito. Amaba como sus carantoñas por mis facciones y cuerpo entero quemaban mi piel calcinando los leños de la cordura e inocencia y dejando las cenizas de lo que quedaría después de la llamarada pasional. Tomé de sus mejillas blindando la presión en la interacción labial, y con una fuerza paranormal atraje ambos pesos arremetiendo mi envés en la pared más contigua. Bajé mis manos hasta su pecho y desabotoné su camisa para retirarla en cuestión de segundos. Sus húmedos besos recorrieron mí laringe, garganta, y sumergieron la mitad de mi clavícula para dotarla de su líquido bucal, era un sitio intransitable agregando la obstrucción y tribulación: el insignificante tirante de mi sostén y mi prenda exterior. Predije la acción que continuaría, pues su dedo índice y medio traspasaban estos por debajo para dejarlos caer libremente como plumas y así seguir con su labor.
Tomó de mis piernas, me aupó e hizo fajar su cintura con ellas, sus palmas magrearon mis muslos con libertad, desenvoltura y emancipación, después de todo, la selección de mis vestimentas siempre se adaptaban a las situaciones.
Sus besos se concentraron en devorar mi cuello con el martirio masoquista de mis hormonas, lo dilataba hacia atrás y cerré los parpados para ser una victima cómoda al calvario de succiones exquisitas.
Sentí como soltaba de mis piernas para dejar a mis pies tocar el suelo de nuevo. Tiró hacia abajo de mi camisón y lo dejó deslizar por mi cuerpo hasta prenderse al piso y adornarlo. Busqué el broche de su pantalón, la torpeza y desesperación no me permitían encontrarlo, pero fui vencedora cuando ya lo hacía resbalar por sus piernas, me ayudó a retirarlo […] Sus dedos dibujaban figuras inconcretas en mi espalda, pero sus caricias eran incordiadas con mi sostén, así que lo desabrochó e hizo de él otro complemento añadido a la montaña de ropajes cubriendo el piso…

viernes, 10 de julio de 2009

••Capitulo 67••

Arraigué en mi perspicacia la singladura entre lo correcto e incorrecto, y tomé como impertinente su propuesta y ofrecimiento.
-No… no puedes… no podemos- apelé boba denegando con un experimento fallido al llevar a mi voz a un sonar gutural y escarpado para transmitirle la seguridad y coraje de mi fuerza de voluntad.
-Oh vamos- instigó.
-¡No!- reiteré.
-En tus ojos se puede leer lo contrario-
-¡No leas mis ojos!- tipifiqué.
-Entonces… ¿Si lo dicen?- preguntó, mis respuestas debían ser analizadas antes de darse a conocer, como también debía de cuidar lo que mis pupilas proyectaban, pero… ya era tarde para darme esos consejos.
-¡Claro que no! ¡Y ya quítate!- con mis rodillas flexionadas empujé su cuerpo, lanzándolo a un costado del mío, me puse de pie antes de que me demostrara de nuevo su agilidad al moverse, acomodé mi pijama y caminé hasta la puerta de mi habitación para abrirla. -Vete- mandé actuando un ademán que le indicara la salida al pasillo.
El clima iba en etapas, la primera fue el ingrávido sirimiri, después la lluvia, el chubasco, la borrasca, el huracán y el diluvio.
-¿Insinúas que me moje? ¿Vas a dejar que me arriesgue a ahogarme ahí fuera? ¿O que me bañe un auto?-
-Sí- afirmé cruzando los brazos.
Rió entre dientes, recargó la cabeza en sus brazos y traspuso la pierna.
-Se me olvidó decírtelo antes: Linda pijama- mofó, incliné la cabeza hacía abajo y llevé mis pupilas a mi cuerpo, noté que mi atuendo no era nada favorecedor a mis mandatos, si no que era una carnada, me sonrojé azorada.
Apreté los ojos, y gruñí.
Antes de que explotara de coraje contemplé como se paraba y caminaba en movimiento rectilíneo hasta la puerta. Salió dejando que su figura se oscureciera debido a la falta de luminosidad del exterior de mi habitación. Un estruendo asociado a una descarga eléctrica rutilante me hizo estremecer.
-Joe, pensándolo mejor, no quiero estar sola, quiero hablar contigo- una excusa de la que podría beneficiarme para conocer el resto de una respuesta inconclusa que me intrigaba al saber el estrecho prologo que ya había escuchado.
Sonrió victorioso. -¿De qué quieres hablar?-
-De… el otro día charlabas sobre “Tu experiencia” con un…- recitar esa palabra me daba temor, era aterradora saliendo de mi boca y aún mas cuando supe que en mi conciencia había sido, en algún tiempo una decisión. -Suicidio- dije sin aliento.
-Cierto, la loca de Allison nos interrumpió en ese momento- aseguró. -¿Puedo pasar?- preguntó.
Sonreí y enquicié.
Entró y se sentó en el colchón, yo me situé frente al cristal del ventanal siguiendo con la mirada como las gotas resbalaban y admirando el espectáculo de luminarias que encendían el firmamento nocturno.
-Pues… paso hace tres años en Houston, Texas- su comienzo me impresionó al notar la analogía diferentes versiones. -Estábamos acá, en Los Ángeles, una llamada dejo a mi madre con el corazón en la mano, las noticias no eran buenas, el abuelo estaba al borde de la muerte por una enfermedad que poco a poco lo acababa, la anemia. Partimos inmediatamente, al llegar al hospital lo vi ahí, yaciendo su cuerpo en la camilla, aparatos y cables eran un complemento a su cuerpo. La escena era devastadora, así que decidí inspeccionar el hospital, metí las manos en mis bolsillos, pues el ambiente era tan frío, pronto me encontré con pasillos divididos, arterias, era como una cueva de la que tenía que escogerse con precisión la salida, observé cuidadosamente, cuando al fijar mi vista a un pasillo de mi lado izquierdo capté la figura de una persona, una joven, esta abría una puerta, y en cuanto desbloqueó su trayecto por esta el aire se infiltró en el pasillo, podía haber pensado que era un fantasma y salir despavorido repleto de cobardía, pero no, caminé hasta la puerta y pude ver como su cuerpo pendía de la orilla de lo que parecía ser la parte mas alta del edificio, la azotea, reaccioné inmediatamente, la tomé por la cintura, y la arrastré hasta mi, su cara estaba cubierta de vendajes, y era difícil hallar la lisura de su rostro. Le reclamé sin derecho, « ¡¿Que te pasa?!... ¡¿Estas loca?! » Sus parpados eran débiles, por esto solo fueron abiertos para volverse a cerrar- mis mejillas estaban plegadizas por las lágrimas, el nudo en mi garganta era vigoroso, incapaz de articular algo. -La llevé en brazos, sin saber su el paradero, hasta que una señora alterada me vio, le esclarecí lo ocurrido, ella agradecía de una forma infinita el que hubiera salvado la vida de su única hija, sin mas gratitudes a la espera salí de la habitación- sollozaba una y otra vez, ya no había dubitaciones de que esa chica era yo y él la misma persona que esperé encontrar para agradecer, pero con la sorpresa de que solo en mi recaía su odio por ser tan estólida. -(tn) ¿Te pasa algo?- apoyé el codo en la palma de mi mano y con la otra cubrí mi cara para ocultar mis lágrimas.
-Joe… ¿Qué pasaría si te dijera que hablas con esa misma persona?
-¿Cómo?-
-Si te declarara que la chica de Texas, a la que salvaste hace tres años, la que estuvo a punto de infringir contra su vida, la que te debe el honor de… estar actualmente aquí… soy yo-
No quise contemplar su expresión, la cual estaría hostil, repulsada, amilanada, sorprendida, impactada.
-¡Respóndeme! ¡¿Me odias?!- proliferé.

miércoles, 8 de julio de 2009

••Capitulo 66••

Esa de imagen de la resplandeciente sonrisa, la de los castaños ojos suculentos, espabilados y dinámicos, la de los labios encarnados, gruesos, suaves, traviesos, la de la tez morena, la de los lunares esparcidos sobre su piel tal como una Vía Láctea de posición idónea, todos estos eran aspectos de una escultura de belleza de un Adonis…

Mi madre había partido por su trabajo, por lo tanto pase la tarde en una casa fue solo mía.
-Al fin sola- dije para mi misma, me arrojé sobre el acolchado, prendí mi lámpara dejando que los rayos del Sol se despidieran para recibir gustosa a las tinieblas, estas cada vez más espesas por las nubes negruzcas de la nueva tormenta que se albergaría en la ciudad, me cobijé con las sábanas blancas y una frazada abrigadora, suspirando una y otra vez; mi dedo dibujaba su nombre en el aire e hice una plana abstracta en este del grosor de un libro.
Adopté la decisión de darme un baño, me desarropé, busqué una toalla, mi ropa intima y mi pijama en uno de los cajones, la noche era calurosa así que opté por el camisón rosado, era corto un poco mas arriba de la rodilla, por una parte lo aborrecía porque había sido un regalo de mi madre al cumplir los 18 y tenía grabado un osito con un corazón en la parte del pecho, muy infantil, por cierto, los detallitos de animales “Románticos” no eran de mi agrado, pero ese día mi madre no estaba, así que evadiría sus burlas.
Giré el picaporte de la puerta del baño, dejé mis pertenencias en el tocador, deslicé la puerta de la bañera y abrí la llave del agua […] Por un tiempo dejé que mis músculos se destensaran con la temperatura del líquido, cerré los ojos y apoyé mi cabeza en el borde del azulejo…

Salí ya vestida, frotaba mi cabello con la toalla para retirar la demasía de humedad. La tiré en un rincón y apagué la lámpara, cubrí mi cuerpo con las sabanas y cerré los parpados para caer en el sueño y crear un mundo de fantasías en el que solo ahí podría existir la felicidad para mi destino, el cual me execraba…

Mis parpados se abrieron súbitamente al sentir el roce de una fría mano en la piel de mis extremidades, reaccioné giré mi cuerpo y con violencia lancé un puñetazo, no al vacío, pues si chocó este con el bulto.
-¡Auch!- gritó, el peculiar grito de… Joseph.
Me senté sobre el colchón y encendí el interruptor de la luz.
-¡¿Qué haces aquí?!- exigí saber, ahí estaba recostado en el colchón abrazando a sí mismo su estómago, apretando los dientes y estirando la cabeza hacía atrás entreviendo todo su cuello, ese era un quejido.
-¡Eres una salvaje! Creo que ya te lo había dicho en una ocasión- pronunció con dificultad, pues el aire de sus pulmones se extinguió debido al golpe.
-Eso te pasa por aprovechado- reñí.
-Solo vine a visitarte y ¡ve! ¡Me atacas!- gimió.
Crucé los brazos y me paré.
-Vete antes de que te vea mi madre- ordené.
-Tu madre no está- aseguró.
-Eso… ¿Cómo sabes tú eso?- pregunté escéptica.
-Tú lo dijiste hace unas horas- repuso.
-¡¿Desde cuando estás aquí?!-
-Déjame ver… si ajusto mi tiempo de llegada… fue… cuando dijiste « Al fin sola» -
Me quedé boquiabierta reordenando todo lo que había hecho después de esa frase.
-¡¿Qué viste?!- pregunté clamando.
Se sentó en el colchón con las piernas entrecruzadas y sonrió travieso.
-TO-DO- silabeó.
Me llevé una mano a la boca, bufé.
-¡¿Cómo te atreves?!- reclamé, me molestaba el hecho de que fisgó cuando me desvestí para la ducha.
Risoteó. -¿Ahora me vas a culpar que seas tan descuidada al quitarte la ropa enfrente de mí?-
-¡Yo no sabía que estabas aquí!- legitimé.
-Bueno, para la otra se mas precavida, así no lo tomarás por sorpresa- su tono burlesco colmó mi paciencia tanto que me arrojé sobre el golpeándolo, el solo cubría su rostro.
Con un movimiento rato sostuvo mis muñecas llevándolas una a cada lado de mi rostro y me viró quedando sobre mí, rodeando mi cintura en una postura hincada.
-No me importaría volver a mirar- dijo en una voz seductora muy cerca de mis labios, sin dejar de dibujar su sonrisa malvada, pícara y vivaracha…

martes, 7 de julio de 2009

••Capitulo 65••

Mis parpados no se pegaron en toda la noche, mis pupilas recorrían los rincones sin descanso, mi frazada se acoplaba a mi cuerpo, en el cual peregrinaba una corriente aterida, mis dientes chirriaban y temblaban chocando todos en su lado contrario…

Lo que me profetizaba mi destino llegaba, estaba cayendo en él, era un precipicio del que caía, y del que no tocaba fondo, pero aún así no era infinito…

Merodeaba en los pasillos con los libros ceñidos a mi pecho, indispuesta a entrar al aula, me paré justo enfrente de la puerta entrecerrada, escuché sonidos provenientes de ahí, los gritos eran broncos, la alteración de dos voces conocidas se hospedaba ahí.
-¡Te dije que todo se acabo!-
-¡Claro! Era obvio, después de verte con esa debería haberlo esperado-
-Allison, ¡Ya cállate!-
-¡Sí, haz de estar muy feliz, tú y esa ya lograron su objetivo: engañarnos a todos, a Jason y a mí!-
-Por eso mismo termino contigo, ya no quiero ocultar lo que siento, y mucho menos lastimar a segundas personas, se que hice mal, lo se, pero todo fue espontáneo- sus palabras y tono de voz reflejaban su seguridad.
-Yo te amo- insistió.
-Pero… yo no, no puedes forzar al corazón, el mío cambio de lugar y ahora puedo deducir con certidumbre el sitio en el que se encuentra, y no es contigo-
-¡Lárgate! ¡No quiero oírte, eres un idiota, no mejor yo me voy!- palabras que concluyeron la discusión, en cuanto Allison abrió la puerta totalmente irascible, su mirada me fulminaba. -¡Felicidades! ¡Espero que les valla muy bien!- expresó irónica, su hombro chocó con el mío y se fue a trotando.
Mi mirada se centró solo en él, suspiré y me adentré.
-¿Qué hiciste?- pregunté consternada.
-Lo que debí de hacer desde hace mucho- contestó, su voz sonaba impetuosa, pero su actitud era débil, sus brazos rodearon mi cintura, su cabeza se encajó en mi cuello y su respiración exhalante arropaba la piel de este e inhalaba mi aroma del que cuestionaba que fuera agradable, llamativo.
Su mano subió por mi cintura y llegó a mi cabello, sus dedos se enmarañaron en él masajeando mi cráneo.
Su cabeza se separó de mi garganta, su sonrisa se abocetaba lentamente, como si el cálido abrazo le hubiera devuelto la fuerza y el brío.
Su mano estaba en un tour por mi rostro, frente, cejas, sienes, parpados, nariz, mejillas, labios, barbilla, fueron acariciados por sus dedos a temperatura acogedora, templada.
-Nos veremos después- pronunció y me dejó alborotada en el salón, pero con una leve alegría, no mostrada por mi semblante pero si se apoderaba de mi anatomía…

Primera experiencia, una de las más felices de mi vivencia, pues ya se aclaraban sentimientos mutuos, ya era un hecho Joseph y yo nos amábamos…

Últimamente se le veía a mi madre preocupada, andaba de un lado a otro, y en las pocas veces que intercambiábamos miradas no eran esas pícaras con las que solía molestarme, entraba en un papel de mujer de negocios pero a juzgar de sus acciones no eran solo de eso, su cara era el espejo a la monomanía.

-Hija tengo que ir a resolver unos asuntos de la Institución, volveré tarde, perdóname si no he estado mucho tiempo contigo, pero tu sabes que te quiero, y pase lo que pase eso no cambiará-
Sonreí sarcástica.
-Mamá, suenas como si no nos fuéramos a ver en años, tranquila, tal vez tú y yo iremos a un spa- recomendé, ella me miraba escéptica, pues mi humor cambiaba drásticamente, ya no era la chica amargada, mis sonrisas iluminaban la casa, y por una razón, obvia, con exactitud a una persona llamada Joseph.
-¿Por qué tan contenta? He estado como rayo por la casa, pero tu alegría se impregna en toda la casa, espero que me cuentes luego quien es el afortunado- mi sonrisa se desvaneció, era observadora, mi misterio dejaba de serlo para publicarse en cada medio de comunicación del mundo.
Arqueé una ceja y subí a mi habitación, me recosté sobre la cama y posé los antebrazos en la nuca, para buscar la cara de Joseph en el techo...

sábado, 4 de julio de 2009

••Capitulo 64••

-Tranquila, solo era una broma, quería examinar tu reacción, veo que te encoró- rió en un suspiro. -No me imaginaría a mi mejor amigo y a ti, juntos- sonrió. -Si fuera cierto, lo mataría- expresó con un tono irónico, pero yo dudaba de ello, pausó y detuvo el auto a causa del semáforo, en eso pegó su frente al volante, rozando sus manos empuñadas en este. -Por un momento creí lo que dijo Allison, traté de hacerme el desinteresado frente a ella, pues me lo echaría en cara al ver mi expresión crédula, es una embustera, a veces me pregunto que le vio Joe, es tan infeliz con esa…- suspiró. -No importa, pero entiendo que la cabeza de Joe esta llena de… basura, existiendo tantos peces en el mar, elige al tiburón cuando él solo es un indefenso pececillo-
Me quedé reflexiva asimilando que ya no podía engañar a nadie, ni mucho menos a mi misma.
-¿Pasa algo? Te quedaste muy callada, ¿Acaso algo te esta abatiendo?- fisgó.
-Emm… no, solo pienso que tienes razón, ¿Pero que tiene Allison que no tenga… otra chica?- tanteé mis palabras para no confesar involuntariamente.
-No lo se, es con la que más ha durado, supongo, ha de buscar en ella lo que aún no encuentra en otra-
-Y si… digamos ¿Ya la encontró? Pero no es Allison, sino alguien completamente distinta a ella, esa que si despierte en él, no se “Amor”- inquirí ávida.
-Pues ha de estar confundido, mira, Joe no es de esos que se la pasan suspirando por alguien cada cinco segundos, pero tampoco es de los que esperan años en que una chica les caiga del cielo, tiene tantas enamoradas que no me deja ni una, bueno eso era antes pues yo ya encontré a la correcta, tú- se sonrojó. -Pero según mis observaciones en estos últimos meses ha estado… raro, diría que ya está flechado, y es la primera vez que le encuentro esos ademanes, no eso de que salte por todos lados, sino que está muy abstraído, pero es muy reservado, no me ha querido contar nada-
Procuré que mis muecas no demostraran el posible entusiasmo que rebotaba dentro de mí, pero también era negativa al pensar que no podría ser yo esa por la que Joe estuviera…
El auto volvió en marcha, las palabras no fluían en maremagno, una letra, sílaba o palabra, nada. El silencio absoluto reinaba dentro del automóvil, mis dedos jugueteaban, entrecruzándose o luchando, mi garganta mantenía un nudo brutal, y mis ojos se entornaban en dirección a mis rodillas. […] No recuerdo si en esa ocasión rezaba e imploraba con fe por que la proclamación de Jason derramara la pureza de la verdad y sobre todo siendo yo esa persona, que no fuera solo un engaño y un juego de sentimientos.
Llegamos a las afueras de mi casa, estacionando el auto a un costado de la acera, bajó de su auto y como todo un hombre altruista y con porte y paso firme giró la parte delantera, el cofre, para abrir la puerta, extendió su mano y me ayudo a sacar mi cuerpo del vehículo.
Le brindé una grata sonrisa, y me encaminé a la puerta de la cerca.
-(Tn)… que duermas bien- sonrió y yo le devolví el gesto, sus pasos se aproximaron hacia a mi, y una vez cerca sus endebles pero tersas palmas tomaron mi rostro, sus dedos acariciaban mis mejillas, y sus ojos centelleaban aún más con la luz de la luna posada en el umbrío cielo. Sus labios arrebujaron mi frente y en esa posición cerro sus ojos a la par de los míos para durar alrededor de seis minutos, el aire resoplaba susurrando en mis oídos, con incrustaciones de humedad, dando la señal de que la lluvia no tardaría en arribar.
Tomé de sus muñecas y deshice la conjunción de ellas sobre la piel de mi rostro y deslicé mis palmas sobre las suyas para terminar el recorrido en la yema de sus dedos.
-Buenas noches- me despedí, y entré a casa entretanto el acurrucaba sus manos en los bolsillos de su pantalón, avizorando mi ida…

Las gotas comenzaron a golpear mi ventana, y estas aumentaban cada segundo hasta que se convirtió en una tormenta, en la que los relámpagos iluminaban las calles, era una escena deprimente, pero pasó a ser una tenebrosa cuando los truenos aparecieron retumbando los cristales y ensordeciendo mis tímpanos…

jueves, 2 de julio de 2009

••Capitulo 63••


-¿Sino que?- indagué con interés, puesto que por dentro algo me mencionaba que eso era un asunto importante, digno de mi conocimiento, como también imprescindible.
-Pues paso hace…-
-¡Ahí están!- salió de la nada Allison encañonándonos con el dedo frenando la conversación. -¡Lo ves! ¡Te dije que estaban juntos!- echaba en cara a Jason que se encontraba a su lado.
-¿Y haciendo que?... ¿Platicar es un delito?- transigió en su parapeto.
-¡Ash!... por lo visto tu aún no entiendes nada- le dio la espalda y a pasos fornidos se colocó frente a nosotros. -Haber ustedes, desmiéntanme y díganle a este… hueco que no se adoran y que soy una farsante- exigió a Joseph y a mi, solo nos miramos atosigados por el rabillo del ojo, plenamente afásicos.
-Eee… Allison creo que el clima te está haciendo mal ¿Te parece si te llevo a tu casa para que descanses? Te hará bien- recomendó, con una excusa inútil, pues su novia no se resignaría con eso.
-Jason creo que a mi también me está enfermando esta atmósfera tan… loca… por eso de las temperaturas tan repentinas, primero calor, luego frío, y de nuevo calor y otra vez frío y calor…-
-(Tn) creo que ya entendimos- me calló Joe, y si creo que habían comprendido eso del clima a causa del calentamiento global, pero los nervios me llevaban a ser locuaz con las incoherencias.
-Oh perdón, ¿Qué dices Jason?... ¿Me llevas a casa?- sugerí, tratando de parecer convincente.
-¡Claro!... ¿Pero y tu madre?... ¿Qué le dirás?... ¿Ella te trajo no? Ah pero no digo que no te quiera llevar, para mi es un placer, solo que no creo que quiera irse aún- repuso entusiasmado, que era complicado para él captar sus propias palabras.
-Emm… dejemos que se divierta, por lo que haz oído, ella es todavía una joven-
-¡Ey! Esperen ¿Tu madre está aquí, en la fiesta?- me preguntó Joseph escéptico.
-Sí, es maestra en este instituto, solo que no imparte todos los turnos, por eso no nos da clases a nosotros- expliqué.
-¿Y cómo es que no la he visto?- preguntó.
-Puede ser que seas muy distraído-
-¿Si verdad?... como cuando no nota que YO estoy presente- intervino Allison.
-Correcto, ese es un excelente ejemplo, ¡Bien Allison!- felicité palmeando y esbozándole una burlesca sonrisa.
Arqueó una ceja, bufando.
-Bueno Jason ¿Nos vamos?- inquirí.
Su sonrisa de oreja a oreja dejó un letrero con un «Sí».
Tomé de su brazo, Joseph me lanzó una mirada de furor, me limité a sonreír y alejarme, junto a Jason circulando por los pasillos hasta pasar por la puerta del aparcamiento…

Durante el camino le indiqué la dirección…

-(Tn)- nombró.
-Dime- le incité a continuar.
-¿Qué piensas de Joe?- su pregunta me erizó la piel, pensaba tantas cosas positivas y negativas de él pero que me orientaban a una sola, el fruto que brotaba en las ramas de mi árbol.
-Pues… es… muy… li… enfadoso, odioso, irrespetuoso, vanidoso, mentiroso, y, y todo lo que termine en oso- esos eran sus defectos, y si no paraba escribiría un libro de todos ellos.
-¿También… amoroso?- si su primera pregunta había sido incómoda, esta lo era más, las sospechas de Jason también eran cosechadas, yo resultaba estar ilesa, pues Jason y yo no éramos una pareja, pero Joseph si era su mejor amigo, y con ese simple punto me empujaba a mi al triángulo o cuadrado incorporando a Allison quien ya estaba enterada de esa figura.
-Jason, ¿De, de, de qué hablas?- tartamudeé torpemente. No creerás que él y yo tenemos algo- agregué mintiendo y desviándolo pero encadenándome a un engaño que se fortalecía a medida de las situaciones presentadas…

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