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miércoles, 28 de octubre de 2009

••Capitulo 99••

—Pensé que ya lo sabías —dijo en un suspiro.
— ¿Saber qué?
—Lo que ocurrió, esa misma razón por la que estamos aquí, y también por la que te conmocionaste.
Mis labios se comprimieron, ceñí las cejas y le miré acusativa, definitivamente no estoy comprendiendo, y creo que mi instinto me está clamando con vigor que en lo absoluto, algo estaba mal, que el giro de mi vida estaba loco.
— ¿Conmoción? O sea, ¡Yo no entiendo! ¿Cómo esta eso de la «conmoción»? Dime de una vez por todas ¿Qué es lo que pasa? Dime donde está mi madre —el sonido de un bongó resonó en mi cabeza con un cimbrar estrepitoso al pronunciar la última frase. La respuesta se encontraba ahí.
Mi labio superior comenzó a vibrar, y mis dientes castañetearon, las partículas de aire glacial envolvieron mi cuerpo cambiando bruscamente mi temperatura corporal.
— ¡¿Dónde está?! —rodé la cabeza a cada rincón con una gran bola de emociones fuertes, que a la velocidad de huracán poseían mis neuronas haciéndome reaccionar de forma súbita. — ¡Joe! ¡Dime en donde se encuentra!... Ella… ella… es… —tartamudeé —…está bien, ¿Verdad? —la garganta de Joseph transportó saliva, y tal pareciera que se ahogaba con esta porque sus palabras correteaban por todas partes, menos en su habla—. ¡Contesta! —insté ya con las lágrimas brotando de mis ojos.
Mi intuición, su mirada, su silencio respondían claramente… Ahora en mi lista se sumada otra partida de un ser querido…

No quiero dilucidar los sentimientos que lograron volcarme con gran desenvoltura, no es fácil pasar por un momento así, el enterarse y aún con más dificultad, asimilar que la vida no es para siempre, que el fuego se extingue, que la vela que nos mantenía con la barbilla alzada, con la mirada sobre el presente y el futuro, y con la memoria reviviendo el pasado, —el cual solo es una experiencia al recordarse— se esfuma, dando paso a la desolación…

— ¿Entrarás a ver a tu madre? —preguntó pasando su mano por mis hombros.
—No… no quiero verla así e ilusionarme con que solo está durmiendo, me dolerá, lo sé —respondí con la garganta ardiendo en llanto cohibido, posé las palmas de mis manos sobre mi vestido negro estrujándolo, desquitando con la fuerza mi tormento.
De nuevo el clima concordaba conmigo, en el firmamento, las nubes estaban henchidas de agua, regordetas por su exceso, y pecadoras por su gula al ingerir más de la cuenta. Pronto las gotas del sirimiri incitarían al diluvio.
—Lloverá, y no quiero que te resfríes aquí fuera, te hará daño, a ti y a nuestro pequeño —insistió, pero ¿Por qué no entendía que ese era un ambiente demasiado deprimente? Comprendía que su postura fuera diferente pues él no se encontraba en mi lugar, ¡Qué gran bendición! ¡Qué suerte tenía él! Poseía a una familia valiosa, unida, y con más suerte, la tenía a su lado, con el corazón latiendo, con los pulmones aspirando aire puro, con la mirada expectante al hermoso mundo.
—Estaremos bien, solo… quiero estar un rato aquí, sola, no me ayuda mucho permanecer ahí.
—(Tn) —regañó blanqueando los ojos.
—Enseguida entro ¿Está bien? —le sonreí, eso creo, o más bien fue un intento de sonrisa que solo produjo una mueca.
— ¡Ash! No sé por qué eres tan persuasiva, siempre logras lo que te propones —reclamó, en cambio en mí surgió una especie de arrepentimiento.
—Mmm… si lograra todo lo que me propongo, esto no estaría pasando, ella estuviera aquí, a mi lado, con alegría sabiendo que será abuela, o tal vez, aunque no me importaría, estaría riñéndome por ser una irresponsable en ese asunto, me reclamaría que soy aún una niña para tener un bebe, preferiría eso que esto un millón de veces —ignoré el raudal que rodaba por mi rostro.
¿Quién odia la frase “El hubiera no existe”? ¿A quién le gustaría cambiar el rumbo de sus vidas? ¿A quién le gustaría regresar el tiempo? ¿Quién desearía ser otra persona? Todos, absolutamente todos queremos cambiar el pasado, pero nos lanzan de lo más alto cuando nos desvendan los ojos y nos hacen ver que solo vivimos en sueños…
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El final se acerca, aún no lo he pensado, pero ya tengo una idea, ;D haha, perdonen mi tardanza, pero he estado ocupada...
Por favor dejen un comentario, me han tenido muy abandonada, así que pienso que ya nadie lee esto, solo quiero una señal de que siguen ahí, quiero un comentario, una opinión, o tan siquiera un "Aquí estoy" o "Hola" ya si no se puede un "Te odio" haha, pero quiero saber que siguen leyendo esto, que continuan visitando mi blog...

jueves, 22 de octubre de 2009

••Capitulo 98••

Solo un escáner prejuicioso recorría mi rostro y sus finas facciones robustecieron. El brillo de sus ojos lanzaba rayos de resplandeciente luz, afectando a mi ser como millones de balas que horadaban mi extenuada anatomía. Una chispa deambuló por mis venas hasta finalizar en un golpe al pecho. Ya había morado en mi interior la imputación a mis actos recónditos.
— ¿Porqué no me lo dijiste antes? —exigió prensando de mis manos.
El aire huyó de mis pulmones, temía que las consecuencias existieran y… ¿Por qué no pensar en consecuencias? Claro que las habría. No era un misterio, ni mucho menos un augurio de que llegarían.
Incliné la cabeza, me mordí los labios y exhalé recabando la mayoría de aliento robado, cerré los párpados, y moví sosegadamente mis manos estrujadas. Él pudo notar la molestia y relajó su fuerza.
—Lo iba a hacer, te juro que lo haría, pero… no pude, temía.
— ¿A qué le temías? —preguntó perplejo.
Al momento de forzar a mi garganta para dejar fluir mi más sincera disculpa, se interpuso y farfulló: — ¿Pensaste qué me comportaría como un cobarde? ¿Consideras que soy capaz de escapar de mis responsabilidades? —a medida que lanzaba una pregunta tras otra mi confusión perdía intensidad aclarando mi nube grisácea. — ¿Creíste que rechazaría algo que es mío… nuestro?
Él fue el vencedor y tal como un brujo leyó mi mente. Eso era exactamente a lo que temía un par de días, y los remordimientos eran comparsa a mi actual sentimiento. ¡Fui una estúpida al pensar eso de él! Joseph tenía una excusa favorable para enojarse conmigo.
— ¿Me equivoco?
Negué con la cabeza.
—Tienes razón en estar así, no sé como pude imaginarlo —destapé el nudo de mi garganta con el pase de saliva y proseguí—. Soy una tonta, y tal vez no merezca tu perdón, por eso es mejor…
—Shh… —puso su dedo índice a la mitad de mis labios. Levantó de mi barbilla y creó una conexión visual—. Lo mejor es que estemos juntos… Mmm… no te ocultaré que en verdad estoy disgustado, pero estoy alegre y eso es más grande, y eso ayuda a que sea indulgente contigo ¿Por qué no lo sería? Si te amo y ahora hay un producto de eso.
Las lágrimas se desbordaron de mis lagrimales y empezaron a galopar por la colina de mi rostro. El perdón es lo que puede rellenar el vacío de una persona, pero el amor tenía un mayor rango en esa tarea.
Pasó su brazo por mis hombros y me atrajo a él, besó suavemente mi mejilla y llevó la mirada a mi vientre.
— ¿Qué será? ¿Niño o niña? —dijo curioso y con un toque de éxtasis.
Risoteé y con una amplia sonrisa respondí: —Aún no lo sé.
Estaba plena a su lado, pero una sensación de tristeza y melancolía azotó mis emociones.
— ¿Joe? —le llamé, levantó su rostro y su sonrisa se desvaneció al ver que la mía era solo una línea recta. — ¿Por qué estoy aquí?
Inspiró y sus brazos presionaron mi cuerpo, acomodó mi cabeza bajo su cuello y recargó su barbilla en esta.
— ¿No lo recuerdas?
—Recordar ¿Qué?
—El motivo por el que estamos aquí —explicó, pero no de forma transparente.
—No sé que pasó, ni siquiera el cómo te enteraste del embarazo —estaba preocupada, no recordaba mi última vivencia, pero la intuición me indicaba que no había sido la más agradable. El viento soplaba filtrado por la ventana, y era normal escuchar en él susurros que indicaban la maleza que recogía en cada recorrido…

miércoles, 21 de octubre de 2009

••Capitulo 97••

Abrí los ojos entre gradientes de luz que los sonsacaban a una tortura. Los rayos del sol traspasaban la capa de piel que protegía a mis ojos de semejante luz, pero la fortaleza se desfallecía…

— ¡Está despertando! —exclamó con vivacidad la voz de Joseph. Pero… ¿Se refiere a mí? ¿Por qué le regocijaría mi despertar?
—Sí… como le dije presentó una conmoción cerebral, esperemos a que reaccione de forma correcta —recomendó una voz anónima de tono grave.
La cabeza me daba vueltas, y un dolor inmenso reinaba en su interior, mi difuminada vista enfocó la escena, miré a mí alrededor sin lograr comprender las miradas intranquilas de Joseph y…
— ¿Quién es usted? —quise saber, apoyé las palmas de mis manos en el acolchado y balanceé mi cuerpo hacia el frente para sentarme.
—Mucho gusto señorita, soy el doctor Smith —dilató su extremidad en dirección a la mía. Estreché su mano con algo de incertidumbre.
— ¿Cuál es su nombre? —preguntó, ¿Quería conocerme o yo era la que no sabía el por qué de su pregunta?
Sacudí la cabeza y mordí mi labio inferior.
—Emm… (tn), (tn) Johnson —respondí, de refilón capté como el pulgar de la mano de Joseph yacía de su barbilla y me observaba de una manera extraña, podría jurar que entre ella se encontraba un brillo de enojo.
—Bien… y ¿Sabe quién es él? —viró la cabeza y con un ligero movimiento me indicó a Joseph quien cambiaba su posición, ahora con los brazos cruzados marcando muy notablemente su arduo ejercicio.
Sonreí y ablandé los músculos de mi rostro con una dulzura indescriptible.
—Claro, como olvidarlo, es Joseph, Joe, mi novio.
—Perfecto —me dio la espalda y caminó hasta Joseph, masculló algunas palabras y con un ademán se despidió de él y de mi, abrió la puerta, cerrándola en su salida, dejando que el monstruo del mutismo se presenciara.
— ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Qué me pasó? ¿Dónde estamos? —rompí el silencio.
—Contestaré tus preguntas hasta que tú me respondas con sinceridad la que estoy por hacerte —dijo frívolo tomando asiento en el borde del colchón.
Comprobé con un análisis que su mirada efectivamente tenía inyectada una dosis de acrimonia. Mi mente estaba vacía y en ella no abundó la más remota idea de las opciones que se correlacionaran con su interrogatorio.
Boqueé y respingué la nariz.
—Adelante —le animé.
Entalegó mi mano, y fijó su profunda mirada en la mía aún confundida.
— ¿Estás embarazada? —¡Pum! Primer disparo a mi mente. ¿Estoy soñando? Ruego por eso…
— ¿Quién te dijo eso?
—Solo responde ¿Sí o no?
Me encogí de hombros, fue difícil sostener su mirada, la culpabilidad emergía con rapidez y punzadas continuas embrollaban mi cerebro. Tenía una sobrecarga de emociones.
—Sí —articulé en un hilo de voz.
Ya no sé qué me depara el futuro… Pero algo apacible, no creo que sea…

jueves, 15 de octubre de 2009

••Capitulo 96••

Aprensó las palmas de sus depuradas y tersas manos sobre mis mejillas, apuntó su mirada turbada a la mía, sus ojos advertían la llegada del manto húmedo, pero él con gran denuedo coercía esta demostración.
—Entiéndelo, ella ya no está.
—No lo digas —dije fugazmente con las lágrimas corriendo apresuradas por mi piel—. Por favor, dime que es mentira.
No articuló ninguna palabra, solo se dedicó a estrechar mi vacilante anatomía, me acurrucaba en su aroma y a él parecía no importarle que su camisa se rociase por mi lacerante sentimiento. Cerré los ojos, temporalmente todo estuvo en calma, pero un dolor en la cabeza me golpeó tal como una piedra encima de ella…

— ¡No me toques! —exclamé al sujeto que me sostenía, puse mis manos sobre su pecho y con una fuerza sobrenatural lo empujé.
— ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás actuando así?
— Ja, No te entrometas en mis asuntos, estaba con mi madre, no nos interrumpas ¿Quieres? —ordené y con un empollón lo extraje de la habitación.
—Mamá estarás bien, conseguiré un doctor —me hinqué al pie del colchón y peiné su cabello con mis dedos—. Te lo aseguro, no me gusta que estés así, tan callada.
— (tn) ¡Abre la puerta! ¡Te lo ordeno! —insistía el mismo sujeto molesto, golpeteaba la puerta con desesperación, pero no la abrí—. Voy a abrirla a la fuerza, no te encuentras bien… no me hagas hacer esto, ábrela por favor.
— ¡No! ¡Váyase! ¡No me moleste! ¡Lo único que necesito es un doctor! —exhorté desde el interior.
Tomé entre mis manos creando una cueva la gélida mano de mi madre, ella persistía en su sueño.
La puerta cayó a mis ojos, el sujeto crispó los músculos del rostro y con zancadas se dirigió a mí. Me puse de pie, encaré su expresión iracunda e intimidante.
— ¿Qué es lo que quiere de nuevo? ¿Por qué tiró la puerta?
— ¡Demonios! ¡Deja esa actitud! —ordenó enganchando sus manos en mis extremidades.
—Y usted lárguese de aquí, mi madre necesita calma y usted solo viene a robarla.
— ¡Por favor! —expresó irónico—. ¿Qué diablos te pasa? ¿No comprendes? ¿Y por qué me hablas de usted? (tn) deja de jugar y ve claramente tu realidad.
Atenacé los labios y le observé con displicencia, la valentía y osadía estaban de mi lado… Con un movimiento brutal me balanceé para que me soltase, pero no funcionó.
— ¿Qué? No sé de qué me habla, estoy bien, perfectamente, y lo que usted no logra comprender es que ella…. —apunté con el dedo índice el cuerpo en reposo de mi madre—. Está enferma, necesito un doctor, ¡Ah! Y por si no lo sabe, somos desconocidos, no se como sabe mi nombre y viene aquí, a gritarme de esa manera —sus manos dejaron de hacer presión sobre mis endebles brazos, las dejó caer a los costados para plasmarse en el azulejo y mirarme pusilánime…

Bufé, no era una mujer menopáusica, solo una adolescente de cambios hormonales constantes y repentinos, es por eso que explicaba con exactitud el permuto de emociones…
—No me mire así y salga, se lo pido con toda amabilidad —seguía mirándome con sus ojos almendrados en la misma posición, expectante de mis acciones con una faceta asustadiza.
Ignoré su presencia y me dediqué a mi madre de tez desvaída y labios áridos.
—Mamá, ¡No sabes cuantas cosas han sucedido desde tu partida!, hay algo que debo que confesarte, no sé como pasó, pero… —sonreí con las mejillas ruborizadas, dirigí las manos a mi vientre y las deslicé hasta el medio brazo para ceñirme a mí misma—. Estoy embarazada, vas a ser abuela.

miércoles, 7 de octubre de 2009

••Capitulo 95••


¿En qué mala pesadilla me encontraba? ¿Cuánto tiempo la pasé durmiendo?...

Se termina mi anécdota del pasado… ya no es una simple historia de mi vida, es mi presente, y mi futuro está marchando a la normalidad… no me adentro más al cruel, feliz, o difícil pasado, como lo mencioné este corrió por mi mente […] Dicen que antes de morir tu vida renace en tus recuerdos, y la traspasas en ¡Tan poco tiempo! Pero esta era una excepción, yo no estaba al borde de la muerte, por lo menos ya no, pero mi madre sí, y el cerrar los ojos, escuchar de fondo las notas suaves y pasivas de un piano y la posibilidad de abrir las puertas a la retentiva me dio la oportunidad de contar esta historia sin final… ni yo lo sé...

Es el momento de averiguar qué es lo que acaecerá, cómo concluirá mi vida, si con un final feliz o con un lúgubre desenlace…
Desplegué los párpados de par en par, pusilánime por lo que hallaría…

— ¡Mamá! ¡No sabes cuanto te he extrañado! ¡Perdóname por tratarte de tan mala forma! Me alegra tanto el que estemos juntas de nuevo […] No tengo nada que reprocharte, ¡Eres la mejor del mundo! —moldeé su pétreo rostro con la yema de mis dedos, sus facciones fueron perfectamente delineadas, y sus ojos se mantenían sellados por el pesado sueño, las noches en vela le afectaban, necesitaba de una recuperación—. ¡Estás fría! ¿Cuántas veces te he dicho que debes arroparte?... Lo sé, no eres una niña, pero debes saber cuidarte —la cubrí con la sábana hasta los hombros, no se porqué, pero me sonreía…

— ¿Sabes? Sigues igual de helada, pareciera que estás dentro de una nevera, ¡Y tu color! ¡Tu aspecto es horripilante! Tendrías que verte en el espejo para que me creas, ¡Vamos mamá! Demostremos que somos mujeres, ¡Vanidosas!

Me puse de pie de repente, me encontraba desesperada, choqué las palmas con mis muslos y blanqueé los ojos, logré captar unos golpes percutiendo la puerta, ¿Desde qué hora comenzaron a sonar? Hace un rato ese ruido se escuchaba al fondo, pero no le tomé importancia, ahora me atronaba la cabeza a tal punto de hacerla estallar.
— ¡Abre!... ¡Me preocupas!... ¡¿Qué pasa ahí dentro?!... ¡¿Estás bien?!
¿A quién le preocupo? Bueno… no escuché mi nombre, así que no me llaman a mí. Quizás se equivocaron de habitación.
Mi viré en dirección a mi madre, era linda cuando dormía, pero ahora dudaba que todas las personas roncaran, ¡Que raro! Ella no lo hacía.
Tomé de su frente para percatarme de su temperatura.
— ¡Wow mujer! Eres un cubito de hielo, ¡No puedo permitir que sigas así! —corrí hasta la puerta y la abrí, la persona que la golpeaba casi me dejaba muerta de un puñetazo—. ¡Oye! ¡Fíjate! ¡Casi me pegas! ¡Estás equivocado de habitación! Así que… vete a molestar a otra parte.
El joven me miró extrañado y las palabras se le hacían marañas dentro de la garganta.
—Haz algo productivo y ayúdame a conseguir un doctor —recomendé, si solo se quedaría observándome mejor que me auxiliara, no podía dejar sola a mi madre.
— (tn)… —tartamudeó, ¿Cómo sabía mi nombre? Yo no lo conocía— ¿Qué te pasa? ¿No te encuentras bien?
—Y ¿A ti que te importa? No nos conocemos, no seas tan confianzudo conmigo.

lunes, 5 de octubre de 2009

••Capitulo 94••

—Joseph, no tengo tu tiempo ¿Sí? ¿Sabes cuanto estuve esperando este momento? ¿Sabes cuanto he sufrido con su ausencia?... Creo que no lo entiendes, tengo que verla ya, quiero… estrecharla entre mis brazos y pedirle perdón por mis errores, así que, no me entretengas, lo que tengas que decir dilo en este instante, fuerte y claro —proliferé en orden, mi tono de voz alcanzó un límite acusativo.
—Mi amor —se adelantó un paso y tomó mi rostro intrincado apegando su frente a la mía—. Esto… es algo…
—Impreciso, delicado —inmiscuyó la monja a nuestras espaldas, su voz impregnaba amargura—. Usted debería escuchar antes de actuar, no sabe las indicaciones y está restringiendo las reglas —me sermoneó, pero aún así mi mente se concentraba en enmarañas que era imposible desenredar sin explicaciones, ni teorías.
— ¿Qué es lo que ocurre? No veo razones que me impidan entrar ahí y ver a mi madre —me amparé con mis propias deducciones.
—Yo le diré lo que pasa ahí dentro, y…
—Sor Magdalena… no creo que sea lo correcto —terció Joseph.
— ¿Delicado? ¿No es lo correcto? No comprendo, ¿Alguien sabe algo que yo no? Explíqueme por favor —quise saber, mi pregunta había sido más relacionada a una afirmación, ellos rebosaban del conocimiento que era ignoto en mi mente y yo pedía a ruegos oírlos.
La mirada de Joseph reflejaba temor, y sus pupilas saldrían disparadas en cualquier momento por una estela de nerviosismo, en cambio, la monja me miraba fijo, y de su boca era seguro escuchar lo que me llenaba de dudas.
—El estado de su madre es crítico, y antes de salir despavorida, usted, señorita, tenía que esperar a que le contara como fue que ella llegó aquí…
—Espere ¿A qué quiere hacer referencia cuando dice crítico?
—Que su madre puede mo…
— ¡No lo diga! —extinguí su frase, completarla era el pulverizar mis únicas esperanzas, el cascar mi sueño, fundir la parvedad de llama que abrasaba el mechón de mi vela…

— ¡Déjame pasar! ¡Tengo todo el derecho de entrar ahí! ¡No me interesa lo que piensen los demás! ¡Estoy harta de que apenas recupero lo más preciado y ahora me lo arrebatan! —grité con las lágrimas rodando mis mejillas, resonando cada muro; él era la persona excepcional que soportaba mis alaridos, que se obstinaba en impedirme el paso a una dramaturgia apesadumbrada.
—Sabes que podrías causarle daño ¿No?
— ¿Y tú sabes que tan dañada estoy yo? —le acucié con la mirada tomando de su brazo y retirándolo de mi cintura, mi frase fue el arma que desvaneció el encadenamiento, giré de la perilla de la puerta no sin antes mirarlo de soslayo.
Volteé la cabeza, me encogí de hombros, cerré los párpados y me introduje en la habitación, podía aprehender con el sentido del olfato el aroma a medicamentos, y enganchar en mi mente miles de recuerdos junto a ella, que rápidamente fueron tomados por mi subconsciente como una realidad, revivían dentro de mí, y una vez al ser presa de estos detestaba el tener que abrir los ojos, erguir la mirada y ser una infeliz de nuevo, una víctima a las ilusiones que se van como los segundos…

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